La crisis humanitaria de los refugiados

El éxito de una Europa sin asilo

La inacción de los gobiernos europeos junto con unas políticas migratorias discriminatorias y neocoloniales resultan un auténtico genocidio encubierto

LA TRAVESÍA Refugiados que tratan de llegar a Europa en una balsa, cerca de la costa de Libia, el 5 de marzo.

LA TRAVESÍA Refugiados que tratan de llegar a Europa en una balsa, cerca de la costa de Libia, el 5 de marzo.

DIANA MIZRAHI / FERRAN ARAGÓN

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Hoy hace dos años 900 personas perdían la vida en el Canal de Sicilia tratando de llegar a las costas europeas. Este suceso, en absoluto aislado, no es ni ha sido el último semejante. El año pasado fueron 500 y hace una semana 100. Cada año se repite la misma historia con el mismo final que ya acumula 800 vidas perdidas este 2017.

Estos hechos demuestran que la inacción de los gobiernos europeos, su incapacidad para habilitar vías seguras y legales para llegar a Europa, junto con unas políticas migratorias discriminatorias y unas políticas exteriores neocoloniales, constituyen un auténtico genocidio encubierto. Todo ello se pone de manifiesto en el hecho de que la mortalidad del Mediterráneo lejos de reducirse ha ido aumentando en estos últimos dos años; cerramos el 2016 con más de 5.000 muertes según los datos oficiales, por fuerza subestimados ya que muchos cuerpos desaparecen.

Sin embargo, Mariano Rajoy recordaba en el recientemente celebrado 60ª aniversario de los tratados de Roma que "la libertad, la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho" son valores fundamentales presentes en la Unión Europea desde su fundación. Pocos días antes el mismo Rajoy proclamaba en el congreso que la UE es una "historia de éxito", razón por la cual no debería costar entender que "todos quieren venir".

PACTO TURCO

Significativamente estas palabras llegaban a los pocos días de cumplirse el primer aniversario del pacto de la UE con Turquía. Un acuerdo que, como múltiples organizaciones llevamos denunciando desde el primer día, infringe todos los tratados internacionales en materia de asilo y, en añadidura, pone la gestión de una importante parte de los flujos migratorios hacia Europa en manos de un país que atraviesa una etapa de déficit democrático y donde se registran constantes vulneraciones de los derechos humanos. El pacto entre la UE y Turquía, y el resto de pactos bilaterales que le han seguido, imprimen una oscura sombra sobre la historia triunfal de la Europa de los valores que algunos defienden.

En cuanto al papel de nuestro país, Oxfam Intermon afirma en su informe del 2016 que España "suspende en la respuesta a la crisis mundial de desplazados". Una mala calificación que la ONG justifica principalmente en tres hechos: por un lado, el incumplimiento flagrante de los compromisos de reubicación y reasentamiento que adquirió con la Comisión Europea: de las 17.000 personas que nuestro país se había propuesto acoger antes de finales del 2017 han llegado unas 1.000.

Por otro, el actual Gobierno ha ido reduciendo exponencialmente la partida presupuestaria en ayuda humanitaria. Finalmente, el Gobierno español lejos de promover vías seguras y legales para el acceso a Europa, tales como los visados humanitarios o la posibilidad de pedir asilo en consulados y embajadas, ha ido a la cabeza en la promoción del modelo conocido como 'Europa Fortaleza'. Dicho modelo se basa en la inversión de grandes partidas presupuestarias en la fortificación de fronteras y en el establecimiento de pactos bilaterales para que el control migratorio se ejerza en terceros países.

MUROS DE LA VERGÜENZA

España ha sido pionera en todo ello, tal y como demuestran los ya históricos pactos comerciales con Marruecos, así como que los primeros muros de la vergüenza  del siglo XXI europeo se alzaran en Ceuta y Melilla o en el hecho de que las concertinas que hoy se erigen en más de mil kilómetros de fortificación fronteriza, en diversos países europeos sean de fabricación cien por cien española.

Los agentes sociales ponemos en entredicho este modelo puesto que, aparte de resultar inútil para la contención de los movimientos migratorios, no garantiza el respeto a los derechos humanos, lleva a las personas a optar por rutas cada vez más peligrosas y favorece el lucro del mismo lobi armamentístico que alimenta los conflictos armados, una de las principales fuentes de desplazamientos forzados a escala global.

La falta de voluntad política por parte del Estado queda también patente en el hecho de que han pasado ocho años y aún no se ha redactado un reglamento para el desarrollo de la ley de Asilo. Esto se une al rechazo casi sistematizado de peticiones de protección internacional, de un 70% según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

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 Por todo ello son sorpresivas ciertas declaraciones del presidente del Gobierno en las que defiende que España es "un refugio de la libertad y el amparo de quien lo necesita" donde se sigue una política sistemática de protección de los derechos humanos. Tras estas afirmaciones no conviene pasar por alto que es su Ejecutivo el que ha pretendido blindar mediante la 'ley Mordaza' el maltrato y las devoluciones en caliente en el perímetro fronterizo de Ceuta y Melilla, el que ha mantenido abiertos los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), y el que cambió seis veces la versión oficial de los hechos tras las muertes del Tarajal.

Stop Mare Mortum cumple ahora su segundo aniversario, funesta celebración dada la naturaleza de su causa. Pero la plataforma tiene más fuerza que nunca para seguir denunciando las políticas hipócritas y los discursos vacíos y para exigir a todos los niveles necesarios vías seguras y legales y que el Mediterráneo deje de ser una gran fosa común. Cada incoherencia es un nuevo empujón para que levantemos la voz, cada acuerdo incumplido, un motivo más para salir a la calle. ¿Por qué? Porque sabemos que cada gesto de indiferencia es una muerte más en el Mediterráneo. Y no lo podemos consentir.