La CUP remonta

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XAVIER BRU DE SALA

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En la zona ambigua del espectro, el partido de Ada Colau nace con las alas recortadas. Lluís Rabell y Joan Coscubiela, con la ayuda final de Albano Dante Fachin, han demostrado que sí que es pot zancadillear a los suyos. Gracias a estos dignos herederos de la tradición marxista-centralista que eliminó a Joan Comorera por catalanista –en pleno franquismo y gracias al franquismo—, los 'comuns' han pasado de la doble victoria en las generales a ocupar un lugar discreto en los sondeos de las catalanas. A la alcaldesa no la denunciarán por repartir propaganda clandestina, pero la han forzado a refugiarse en el Ayuntamiento, fortificarse y esperar lo que sea hasta el momento de intentar dar el salto.

Mientras, la hasta ahora firme determinación de Junts pel Sí se reviste de incomodidad. Tal vez las órdenes de Oriol Junqueras a la 'consellera' Meritxell Borràs sobre la adquisición de las urnas o las declaraciones de Marta Rovira para trasladar la bola negra de la inhabilitación a los parados responden a una maniobra de distracción a fin de disimular la cresta. En cualquier caso, Carles Puigdemont ha dejado de cacarear. La sombra creciente de unas elecciones substitutorias del referéndum prohibido se proyecta sobre el 'procés' como la del pterosaurio gigante de Siberia, un monstruo volador capaz de aferrar un caballo al galope y engullirlo desde el aire.

Mientras, tenemos al PDECat atrapado entre la corrupción de los abuelitos y los tíos políticos y la extraña manera que tiene Artur Mas de postularse aprovechando la debilidad de su nuevo partido: si Marta Pascal convoca primarias, aunque sea para designar un nuevo líder a un año vista y para las elecciones constituyentes de la nueva república catalana, será inmediatamente acusada de procesista, no creer en el referéndum y dar marcha atrás. Mientras no las convoque, Mas repetirá su mantra preferido —“¿a quién estorbo?”— con la confianza de que ni Pascal ni Santi Vila osarán levantar el dedo para responder “a mí, a todos nosotros, no a la CUP”.

Mientras más de cuatro esquivan el honor de ser mártires del 'procés', Jordi Sànchez exige referéndum o paso al lado. El activista llega así al final de un curioso trayecto. De submarino de Convergència, según las habituales voces mejor informadas, que suelen ser las más insidiosas, a adlátere de la CUP. Ello sin pasar, y ya tiene mérito, por esta Esquerra Republicana que se ha convertido en la nueva casa grande del catalanismo independentista bien pensante (términos que no son un oxímoron aunque lo parezcan).

Además de la mota negra, en esta partida está en juego el cetro de la pureza 'indy'. Crece en este sentido la sospecha de que si Mas y Sànchez coinciden en radicalismo refrendatario es para apuñalar Junqueras con las armas de la CUP.

Mientras tanto, sale ganando la CUP. La misma CUP que envió a Mas a la papelera de la historia desde donde tanto se esfuerza por salir. La CUP, porque es alérgica a las maniobras. La CUP que no participa en la competición de corderillos negociadores para el día siguiente del paso adelante, atrás o al lado. La CUP, que remonta porque no se preocupa de si gana o pierde diputados.