El futuro del país

Fe, esperanza y caridad

Algunos pensamos que la Catalunya-proyecto, no la España-pasado, es el único futuro plausible

Duran Lleida y Pujol, en un mitin de CiU en Castelldefels en el 2001.

Duran Lleida y Pujol, en un mitin de CiU en Castelldefels en el 2001. / periodico

RAMON FOLCH

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Josep Torras i Bages (1846-1916), obispo de Vic, sentenció: "Catalunya será cristiana o no será". Joan Fuster (1922-1992), lúcido ensayista, replicó viperinamente: "Catalunya será cristiana o no". Todo país es un proyecto enraizado en la historia. Nada menos y nada más. La religión es otra cosa. De ahí la esquizofrenia de los israelís, que no acaban de saber cómo ser país sin ser necesariamente judíos, sobre todo habiendo tantos judíos que no son israelís.

La Catalunya carlista piensa como Torras i Bages. Los catalanes poco católicos son sospechosos. No es una cuestión espiritual, sino familiar. Si no eres de la parroquia, no eres de la familia. Por eso Jordi Pujol --político notable con quien ahora cualquiera se atreve-- tenía tanta prevención con los intelectuales: la mayoría éramos de izquierdas y nada de misa. Eso: de misa. Los carlistas son sobre todo de misa, católicos de forma. Como decía un destacado dirigente de Unió Democràtica, "católicos de cintura para arriba". Para ellos, lo importante es la liturgia; la fe no les preocupa demasiado, y la espiritualidad, para nada.

DESCREÍDOS CON PRINCIPIOS MORALES

Los descreídos con principios morales son los peor vistos. Lo malo es que son los padres de la Catalunya moderna. Gente leída y de conducta recta, refractaria a chanchullos de clan y corruptelas de amigacho. Una considerable mayoría se declaran partidarios de la independencia. Entre otras razones, porque los monaguillos de dentro siempre sirvieron, en la práctica, a los intereses de los opresores de afuera.

La sentencia de Fuster se puede mejorar: Catalunya será o no. Ahí le duele. Los carlistas sociológicos y algunos izquierdistas serviles aceptaron una domesticación subvencionada, fatalmente abocada a la disolución nacional. Cristiana o no, Catalunya puede dejar de ser. Algunos pensamos que la Catalunya-proyecto, incompatible con la España-pasado, es el único futuro plausible. Ello exige fe, esperanza y caridad, virtudes cardinales extraviadas por la derecha, si alguna vez las tuvo. Mira por dónde.