¿Víctimas o gilipollas?

El problema, según De Alfonso y el exministro, no es lo que dijeron sino que se filtrase su conversación

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NEUS TOMÀS / BARCELONA

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El día que Rodrigo Rato compareció en el Parlament, el entonces diputado de la CUP David Fernàndez le despidió con un «hasta siempre, gángster». Una frase que excitó mucho a una buena parte de la opinión publicada, que por contra se molestó menos (y no será porque no hubiera motivos para indignarse) con la intervención del exministro, ahora condenado a 4 años y seis meses por las tarjetas black. Los murmullos, con un «gilipollas» de fondo, se escucharon este miércoles de nuevo cuando el siempre provocador Gabriel Rufián recuperó la misma despedida acuñada por Fernàndez para cerrar su bronco intercambio con el exdirector de la Oficina Antifrau Daniel de Alfonso. Los árboles o el bosque, cada uno es libre de escoger qué quiere ver.

Desmemoriado hasta el punto de no acordarse de quién le propuso para el cargo (fue Josep Antoni Duran Lleida y estaba más que bendecido por Germà Gordó) el exdirector de la OAC se escudó en 'teléfonos zombies' y presuntas manipulaciones de sus conversaciones conspirativas para negar que existiese la 'Operación Catalunya'. Llámenle operación, llámenle cloaca,tanto De Alfonso como el exministro Jorge Fernández Díaz insistieron en que las grabaciones «presuntamente privadas» se habían filtrado para perjudicarles. Acabáramos. El problema no es lo que se habló en el despacho de todo un ministro del Interior sino que se haya sabido. Ambos se presentaron como víctimas y Fernández Díaz apuntó a ese grupo de policías que decidieron combatir el independentismo de manera antidemocrática. Según desveló, su encuentro con el exresponsable de la Oficina Antifrau fue propiciado por el director adjunto de la policía Eugenio Pino, exjefe del equipo que se dedicaba a buscar pruebas, aunque fuesen falsas, para desacreditar a políticos catalanes. 

¿La 'policía patriótica' actuaba por su cuenta, por iniciativa propia o cumpliendo órdenes del Gobierno? Tal vez nunca se aclare, y desde luego no hemos salido de dudas aunque no parece descabellado suponer que alguien estaba al corriente. Ese «el presidente lo sabe» que se escucha en su conversación con De Alfonso fue una «licencia», un «farol», reconoció el exministro, para evitar que el escándalo salpique a Mariano Rajoy. A Fernández Díaz se le podrán reprochar muchas cosas pero jamás su lealtad inquebrantable durante décadas al presidente del Gobierno. Ahora bien, ¿lo sabía su jefe de gabinete, Jorge Moragas?, preguntó el diputado de los 'comuns' Xavier Domènech. Y ahí, el exministro se fue por las ramas.