Neuromitos y neurocertezas

No es lo mismo hablar de "neuroeducación" que de "neurociencia aplicada a la educación"

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David Bueno

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El pasado domingo 26 de marzo, Michele Catanzaro publicaba un interesante artículo en el que, apoyándose en las opiniones de algunos expertos, alertaba del uso indiscriminado de la palabra neuroeducación y de la posible utilización errónea, basada en mitos no demostrados, de la neurociencia en entornos educativos. Quiero dar mi opinión al respecto, puesto que es un tema en el que llevo trabajando hace años, y sobre el que he escrito algunas publicaciones de tipo científico y divulgativo. Por honestidad profesional, antes de continuar quiero dejar claro que conozco personalmente al autor del citado artículo y a algunos de los expertos que consultó, por los cuales siento un gran respeto profesional, y además con algunos de ellos mantengo una sólida amistad.

No es lo mismo hablar de “neuroeducación” que de “neurociencia aplicada a la educación”. Imaginemos que somos profesores y tenemos nuestra aula a un lado de un desfiladero, y que al otro lado se encuentran los conocimientos en neurociencia, que nos pueden resultar útiles para afinar el proceso educativo. ¿Cómo lo podríamos hacer para conseguirlos? Si saltamos, lo que equivaldría a unir directamente neurociencia con educación (la neuroeducación), lo más probable es que nos diésemos de bruces. La mejor estrategia sería construir un puente que nos permita aplicar de forma útil y racional la neurociencia a la práctica educativa. Este puente es la pedagogía y la didáctica.

CON MIEDO O CON ALEGRÍA

Tradicionalmente la pedagogía se ha basado en trabajos realizados en el aula y en la experiencia personal de los pedagogos. Ha dado, y todavía tiene que dar, muchos frutos interesantes, pero ahora, por primera vez, puede utilizar –y debe utilizar– una serie de nuevos datos empíricos, los que proporciona la neurociencia. Por ejemplo, los trabajos en neurociencia cognitiva han permitido explicar científicamente por qué cualquier aprendizaje que lleve emociones asociadas se retiene mucho mejor en la memoria y se puede utilizar con más eficiencia, y también ha explicado por qué no se obtienen los mismos resultados si se usan unas emociones u otras. No genera el mismo efecto en la estructura cerebral aprender con miedo que a través de la sorpresa y la alegría, lo que se traduce en la génesis de personalidades diferentes. Por un lado hay que encauzar los conocimientos en neurociencia a través de las pedagogías más adecuadas, pero por otro cabe tener también en cuenta que estos conocimientos nos pueden y nos deben ayudar a perfilar estrategias educativas todavía más eficientes. Y ello implica que los profesionales de la educación deben empezar a conocerlos.

Dicho esto, hay cuatro puntos más que quero abordar, pero lo haré de manera resumida. Primero, la neurociencia es una ciencia en crecimiento, lo que significa que va aportando resultados nuevos constantemente que refinan y amplían los que ya disponemos. Segundo, como ciencia que es, no admite dogmatismos. No hay ni puede haber soluciones únicas, recetas que se puedan seguir a pies juntillas. Lo importante es tener y compartir estos conocimientos, pero no hacer un recetario. Si alguien ofrece una "receta" basada en la "infalibilidad" de la neurociencia, desconfiemos.

EL MITO DEL 10%

Tercero, se han dicho muchas cosas que no son ciertas en base a supuestos conocimientos científicos, como por ejemplo el "mito del 10%", que es precisamente lo que pone en evidencia el artículo original publicado el 26 de marzo. Finalmente, también debemos ser conscientes de que el puente que construimos tiene componentes ideológicos. El cerebro es muy flexible y permite aprender de maneras muy distintas, por ejemplo a través del miedo al fracaso o, alternativamente, de la alegría y la sorpresa, aunque las consecuencias finales van a ser muy diferentes. En función de qué objetivos nos propongamos alcanzar con el proceso educativo, el puente que cruce el desfiladero entre la neurociencia y la educación va a tener una forma u otra. Sea como fuere, los conocimientos en neurociencia han venido para quedarse, y ya están empezando a implicar pequeños cambios en la forma como concebimos el cerebro de los estudiantes.