La nueva política energética de EEUU
Más preocupación que sorpresa
El desinterés de Trump por el cambio climático puede hacer que otros grandes países emisores sigan el ejemplo
Mariano Marzo
Catedrático emérito de la Universitat de Barcelona (Facultat de Ciències de la Terra).
MARIANO MARZO
Apelando al cumplimiento de su mantra electoral de crear puestos de trabajos e impulsar la economía de los EEUU, el presidente Donald Trump acaba de firmar, este martes, una orden ejecutiva encaminada a dejar sin efecto buena parte de las políticas sobre cambio climático adaptadas durante la Administración Obama. De forma resumida, la orden ejecutiva de Trump revoca: 1) las disposiciones y normas que orientan a las agencias federales sobre cómo cuantificar las emisiones potenciales de gases de efecto invernadero (GEI); 2) los cálculos de la Administración Obama sobre el coste social de las emisiones de GEI, metano y óxido nitroso, y 3) la moratoria existente sobre la minería del carbón en tierras de titularidad federal.
Por otra parte, en el transcurso de la ceremonia de firma de la orden comentada se anunciaba que la nueva administración procedería en breve a revisar una de las disposiciones estrellas de la era Obama: el Clean Power Plan. Un plan que en los próximos 25 años perseguía reducir en un 32% (respecto a los niveles del año 2005) las emisiones de dióxido de carbono procedentes de la generación de electricidad. Un objetivo particularmente focalizado en la reducción de las emisiones procedentes de plantas alimentadas por carbón, así como en una mayor utilización de las energías renovables y en la mejora del ahorro y la eficiencia. Asimismo, según lo manifestado en el acto de firma –que, para más inri, se desarrolló en la sede de la Agencia de Protección Ambiental– otro tema que la Administración Trump se apresta a revisar en un futuro inmediato es el de la normativa que regula la tecnología del fracking y las emisiones de metano en la producción de petróleo y gas.
LA VERBORREA POPULISTA DEL MANDATARIO
Ante estos anuncios el mundo parece estar reaccionado con más preocupación que sorpresa. A estas alturas, quizá la mayor sorpresa sea constatar el empecinamiento del nuevo presidente norteamericano en cumplir con sus promesas electorales en materia de energía (explicitadas en el documento 'Republican Platform 2016'), así como en lo expuesto en el escueto comunicado que describe las líneas maestras de su plan energético ('An America First Energy Plan') dado a conocer solo minutos después de que Trump jurara su cargo. Muchos confiaban que al instalarse en la Casa Blanca, el tamiz de realismo impuesto por la acción de gobierno dejaría en simples promesas electoralistas la verborrea populista del mandatario, pero las primeras decisiones presidenciales, no solo en el terreno de la energía, parecen apuntar que ese no va a ser el caso.
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Y eso explica el sentimiento de preocupación instalado en buena parte de la sociedad en torno al posible incumplimiento por parte de los EEUU del acuerdo de París contra el cambio climático (un problema que ni siquiera es mencionado por Trump en sus intervenciones, en lo que parece un intento deliberado de negar la mayor).
No en vano, el presidente y otros miembros de su equipo han dejado claro su posicionamiento en contra del citado acuerdo, de modo que hay sobrados motivos para pensar que, incluso aunque EEUU no se retire formalmente del mismo (una posibilidad que no debe descartarse), existen muchas probabilidades de que la actual administración estadounidense deje de considerar como un asunto prioritario el cumplimiento de los compromisos contraídos con la firma del compromiso.
RONDA DE CONVERSACIONES BILATERALES
Este hipotético desinterés supondría un importante contratiempo por cuanto otros grandes países emisores podrían seguir el ejemplo, aduciendo el incumplimiento por parte de EEUU para liberarse de sus obligaciones. A fin de cuentas, no podemos obviar que uno de los grandes impulsores del acuerdo de París fue Obama, cuyo liderazgo, materializado en una intensa ronda de conversaciones bilaterales, no solo con China, sino también con India y otros países emergentes, resulto clave para el éxito de la cumbre.
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En cualquier caso, por lo que respecta a la Unión Europea, no cabe esperar que el advenimiento de Trump provoque un cambio sustancial de la política en materia de energía y clima. La UE ya estaba comprometida con la descarbonización de su mix energético y de su economía mucho antes de que Trump oficializara su candidatura a la presidencia, de manera que el impulso ya alcanzado hace muy improbable cualquier retroceso o cambio de rumbo. Una opinión, que el expresidente Obama en un reciente artículo publicado en la revista 'Science' ('The irreversible momentum of clean energy'), no duda en generalizar, más allá de la UE, a escala global.
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