ANÁLISIS
Violencia eterna entre linajes
La modernidad y las políticas de integración siguen sin transformar las tradiciones gitanas heredadas del subdesarrollo
Xavier Martínez-Celorrio
Profesor de Sociología de la Universitat de Barcelona.
XAVIER MARTÍNEZ-CELORRIO
Desde la perspectiva paya puede sorprender cómo la comunidad gitana está resolviendo el conflicto interno entre distintos clanes o linajes familiares a raíz del asesinato de un joven gitano. Ahora, tras un largo año de huida y de vivir en clandestinidad, parece que vuelve la normalidad con el pacto no escrito que destierra a 10 familias del clan o linaje al que pertenecía el autor material del crimen. Todo parece una película violenta, salvaje y primitiva sin que se haya desatado una guerra sangrienta gracias al papel de los mediadores gitanos o arregladores y el dispositivo preventivo y de paciente control de las administraciones.
Históricamente, los gitanos nunca han convivido con otros gitanos. Como pueblo nómada y sin territorio, viajaban en pequeños grupos formados por familias extensas de padres, hijos casados, nueras y nietos, liderados por un patriarca. Sus leyes o códigos siempre han estipulado soluciones para evitar el contacto entre linajes rivales, trazando territorios de itinerancia y espacios vacíos para mantenerlos separados. Los barrios de gitanos no son un invento gitano, son un invento payo como recuerda la antropóloga Teresa San Román. La concentración de linajes rivales en los barrios siempre ha generado conflictos internos resueltos por la vía violenta o pacífica. La rivalidad entre linajes, por historias de sangre y venganzas pasadas, se traspasa entre generaciones y suele ser la única herencia que se deja a los hijos, junto a la firme alianza con otras familias de confianza.
ENDOGAMIA Y HONOR
La cultura gitana se estructura por linajes y se regula por códigos y leyes orales, donde no existe la individualidad tal y como la conocemos los payos sino el interés superior por preservar y reproducir la endogamia y el honor del linaje. La lealtad es para con el linaje y con las familias aliadas con las que se arreglan los matrimonios, no para con las leyes payas ni las instituciones payas. Cada linaje tiene la obligación de defender a sus miembros y responder al linaje agresor. Es una estructura de cierre sobre sí mismos que recuerda a las familias sicilianas que organizaron lo que hoy conocemos como clanes mafiosos cuando emigraron a las ciudades americanas. Ambos casos comparten la estructura patrilineal por linajes, la pasada marginación socioeconómica y leyes ancestrales de autoorganización al margen de la sociedad dominante.
La fuerza de la familia y del parentesco se antepone a la individualidad. Es una característica muy funcional en condiciones de subdesarrollo cuando la familia por sí sola resolvía las crisis vitales, la subsistencia, la enfermedad o los costes de la vejez. La pregunta a hacerse es por qué la modernidad y las políticas de integración siguen sin transformar las tradiciones gitanas heredadas del subdesarrollo. Se mantienen los férreos linajes gitanos como identidades adscriptivas y conservadoras que no permiten evolucionar y revisar la etnicidad gitana desde otros modelos más plurales basados en las libertades individuales.
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