¿Son de derechas y no lo parecen?

Existe la hipótesis de que las dirigentes conservadoras reciben más críticas machistas que las de izquierdas

Conway, el lunes, en el Despacho Oval, con líderes de uiversidades y 'colleges' de tradición afroamericana.

Conway, el lunes, en el Despacho Oval, con líderes de uiversidades y 'colleges' de tradición afroamericana.

TONI AIRA

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En el mismísimo 'New York Times' se ha planteado la hipótesis de que políticas de derechas como Kellyanne Conway, asesora de Donald TrumpKellyanne ConwayDonald Trump, podrían recibir más críticas machistas que sus homólogas de izquierdas. La republicana Sarah Palin, en su día, afirmaba algo parecido cuando estaba en el ojo del huracán como candidata a la vicepresidencia de los Estados Unidos. Y esta no es solo una opinión de ella ni de uno o dos analistas. ¿Podría ser una tendencia, el hecho de que mujeres de derechas que llegan al poder sean criticadas desde la izquierda y movimientos feministas con argumentos machistas? O digámoslo de otra manera: ¿podría ser que las criticaran con argumentos que si los recibiera como ataque una mujer de izquierdas serían descritos como machistas? Quizás sí por aquello de los estereotipos y de cómo al romperlos se quiebran también ciertas inercias.

Dirigentes como Margaret Thatcher o Angela Merkel han seguido, como lideresas, un patrón muy masculinizado. No solo estéticamente, con sus característicos trajes chaqueta y cortes clásicos, sino también con su contención en el gesto y con un punto de dureza añadido que ha llevado a apodarlas dama de hierro y dama de hielo, respectivamente. Siguieron, al impulsar su carrera política, un prototipo de 'mujeres-hombre' que las protagonistas de la nueva derecha rompen. Y lo hacen no solo estéticamente, sino también en lo referente a su comportamiento y manifestaciones, que marcan distancias con el estereotipo de las mujeres gélidas gobernando. Y eso se critica con dureza, a menudo con mucho más énfasis con el que se critica a mujeres de izquierdas. Por aquello de romper los esquemas, lo políticamente correcto o lo establecido.

Así, las críticas en prensa o en redes sociales contra políticas como la primera ministra británica, Theresa May, se centran muy a menudo en su actitud y en su estética. No sabemos qué habría pasado si hubiese sido un hombre quien hubiese tenido que pilotar el 'brexit' desde el número 10 de Downing Street, pero a ella la han tachado reiteradamente de débil y dubitativa. La rebautizaron como Theresa Maybe (quizás, en inglés). Y la critican por frívola porque sonríe mucho más que su teórico referente, Margaret Thatcher, y porque viste demasiado “colorida y extravagante”. ¿A una mujer de izquierdas la habrían criticado por eso? Y, de haber sido así, ¿habríamos tardado demasiado en tildarlo de machismo?

¿Podría pasar que las mandatarias de la nueva derecha crispen más cuando no responden al estereotipo impuesto por la tradición? De hecho, en su día, cayó muy simpática una estampa del presidente Barack Obama con su entonces consejera, Valerie Jarrett, charlando animadamente y sentados en unas escaleras en posición muy informal. Lo de Conway sentada de rodillas en el sofá del Despacho Oval ha dado la vuelta al mundo, masacrada a críticas. ¿Quizás porque ese punto de informalidad y de desenfado se atribuye más a las mujeres de izquierdas que a las de derechas? ¿Quizás porque las mujeres de derechas, que por sus formas no lo parecen, crispan más (y precisamente por esto último)?