Sexualidad y mujer

Hijos de la machista

No está tan lejos la época en que una de las formas más eficaces de ejercer la violencia contra las mujeres era violentando la maternidad

Un ingeniero usa un georradar en el lugar donde se encuentran enterrados hasta 800 ninos en una fosa en el convento catolico de Tuam en 2014.

Un ingeniero usa un georradar en el lugar donde se encuentran enterrados hasta 800 ninos en una fosa en el convento catolico de Tuam en 2014. / periodico

NAJAT EL HACHMI

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En Tuam, Irlanda, al lado de un antiguo centro católico de acogida para madres solteras se ha encontrado una fosa común con los restos de cerca de 800 fetos y bebés que van de las 35 semanas de gestación a los 3 años de edad. En el centro, que estuvo en funcionamiento desde 1925 a 1961, iban a parar las mujeres embarazadas que no estaban casadas, allí daban a luz y después eran separadas de los bebés, criados por monjas hasta la adopción.

EL 'SÍNDROME DEL HOSPITALISMO'

La noticia nos recuerda la época en que una de las formas más eficaces de ejercer la violencia contra las mujeres era violentando la maternidad, ya fuera negándola cuando se producía fuera del matrimonio, imponiéndola a las casadas o reglamentándola de forma rígida sin tener en cuenta ni las necesidades de las madres ni las de sus hijos. El índice de mortalidad infantil en esa época era aún elevado, pero no sería raro pensar que la esperanza de vida de los que nacían en los márgenes de la sociedad fuera más corta que la de los que lo hacían dentro de la sagrada institución del matrimonio. Sobre todo si los bebés eran separados de las madres. Spitz describió el síndrome del hospitalismo, cómo los niños que no reciben las atenciones emocionales y afectivas necesarias, aunque sí las materiales, tienden a enfermar o morir. El estigma sobre los bastardos y su marginación era una expresión más de la citada violencia. Las sociedades patriarcales siempre han practicado el control sobre las mujeres con sistemas de normas claras sobre sus cuerpos, su sexualidad y la maternidad, a menudo el único vínculo al que aferrarse.

NI UN PASO ATRÁS

A día de hoy puede resultar difícil imaginar la situación de aquellas madres de entonces. La píldora anticonceptiva, el preservativo, la pastilla del día siguiente, la posibilidad de abortar en condiciones sanitarias adecuadas y dentro de un marco legal seguro, la información sobre las herramientas disponibles para evitar embarazos y la desestigmatización de los hijos nacidos de madres solteras han supuesto una mejora exponencial. De esto hay que hacer mucha memoria y no permitir que ni en nombre de ninguna ideología ni el de ninguna religión nos hagan dar ni un paso atrás.

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Corremos el riesgo de olvidar que la mayoría de nosotras venimos de este origen, de los tiempos en que nuestra sexualidad era reglada hasta la locura y el deseo femenino negado sistemáticamente. De modo que dejarse llevar por las necesidades sexuales y amorosas, mostrarlas, no reprimirlas, convertía a la mujer en prácticamente una paria, en alguien que tenía que vivir con vergüenza por el simple hecho de ser lo que era, una persona viva con la apetencia sexual que le era propia, una apetencia vista como monstruosa por el mero hecho de ser femenina. Una voz aterradora que describe la locura que es reprimir el deseo es la de La infanticida de Caterina Albert, un monólogo con el que la protagonista explica cómo llegó a matar a la propia hija que había nacido sin estar casada. Todo esto, claro, en el caso de que el embarazo sea fruto del deseo, que por supuesto no siempre era así y a menudo lo era de una violación.

LOS 'HIJOS DE LO PROHIBIDO' EN MARRUECOS 

Por desgracia, estas realidades aún siguen existiendo en países no tan lejanos o en esferas donde se asume como natural el control sobre el sexo de las mujeres. En mi pueblo, a los hijos nacidos así se les llama "hijos de lo prohibido", equivalente al "hijo de…", y las madres que los tienen son aún fuertemente marginadas. Las leyes en Marruecos siguen sin permitir las relaciones extramatrimoniales, no reconociendo así unas prácticas muy extendidas pero negadas por la moral oficial. Y si no se reconoce el sexo fuera del matrimonio, menos se reconocerá el eventual fruto que pueda dar, de modo que estos hijos siguen siendo considerados la prueba de un acto sexual ilegal. Claro que de quien se demuestra el supuesto delito es de las madres, no de los padres. El único avance en este sentido es que a partir del 2004 estos niños pueden ser inscritos en el registro civil. Pero estas son solo las trabas legales con las que se encuentran las madres solteras, que además tienen que enfrentarse al rechazo de sus familias y entorno. Por eso no es extraño que acaben dando en adopción a sus bebés.

LAS RAÍCES DE LA VIOLENCIA

Observar lo que pasa en otras latitudes o en otros tiempos no nos ha de servir para llegar a la conclusión de que somos unas privilegiadas sino para entender las raíces tan profundas de estos mecanismos de violencia y detectar, si hace falta, los que, en mutación, rigen nuestro presente.