INNOVACIÓN Y DESARROLLO

Dinamismo universitario

Las escuelas de ingeriería de Terrasa continúan liderando proyectos tecnológicos punteros gracias a la economía del conocimiento

Imagen de archivo de la fábrica Izard de Terrassa.

Imagen de archivo de la fábrica Izard de Terrassa. / periodico

Xavier Roca

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La opinión que suele formarse el gran público sobre la universidad pública universidad pública se fundamenta en algunos lugares comunes que han arraigado gracias a los medios de comunicación, a determinados intereses y también a nosotros mismos, los universitarios, porque, probablemente, no sabemos explicar quién somos, qué hacemos, cómo lo hacemos y por qué existimos. Sin embargo, según un estudio del Centre d'Estudis i Opinió de la Generalitat de Catalunya publicado el pasado verano, la universidad pública en Catalunya es la institución mejor valorada por los ciudadanos. Sirva este dato -probablemente no lo suficiente difundida- para ejemplificar con una historia positiva nuestro buen hacer; una historia que me ha tocado vivir en primera persona y que habla del dinamismo, de la altitud de miras, de la capacidad de adaptación y del sentido de la responsabilidad social que acoge la universidad pública catalana.

En la ciudad de Terrassa, en el centro de una de las zona industriales más productivas y más pobladas del Estado, han funcionado hasta hace un año dos escuelas de ingeniería cuyo origen se remonta a la segunda revolución industrial. Estas dos escuelas supieron adaptarse durante todo el siglo XX su oferta de titulaciones y sus metodologías docentes a las necesidades económicas y sociales de cada momento. Los dos centros se integraron en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) durante el último cuarto del pasado siglo XX y se convirtieron en un importante foco de talento, no sólo para el área del Vallès, sino para todo el país . Decenas de miles de ingenieros y de ingenieros se han formado en sus aulas, y en sus talleres y laboratorios se han creado grupos de I + D que transfieren directamente sus resultados en la industria, liderando proyectos de innovación tecnológica de ámbito internacional.

Llegó Bolonia y, casi de la mano, una de las crisis económicas más importantes que ha vivido el mundo contemporáneo. Como universitarios y servidores públicos, teníamos el deber de afrontar y emprender los dos retos aprovechando al máximo los cambios que propiciaban el nuevo Espacio Europeo de Educación Superior y convirtiendo la amenaza de la crisis económica en oportunidad. De modo que los equipos directivos de las dos escuelas nos pusimos manos a la obra y decidimos, con el apoyo y el trabajo de nuestra comunidad universitaria, iniciar un proceso de unión que ha dado como fruto una gran escuela de ingeniería, la l'Escola Superior d'Enginyeries Industrial, Aeroespacial i Audiovisual de Terrassa  (ESEIAAT).

RESPONSABILIDAD SOCIAL

No ha sido una tarea fácil, pero sabíamos que teníamos el deber de dar respuesta eficaz a las demandas sociales para adaptarnos de la manera más óptima a la nueva realidad. Y estamos satisfechos, porque lo hemos conseguido. Ahora, gracias a la nueva ESEIAAT, el país cuenta con un gran centro de formación de ingenieros, situado en una de las zonas industriales más importantes del país, capaz de ofrecer cada año en nuestro tejido productivo mil profesionales altamente cualificados y la innovación tecnológica que generan para las empresas los 34 grupos de I + D que trabajan. En este nuevo centro, donde actualmente se forman más de 4.000 estudiantes, se imparten diez grados y siete másters en las áreas industriales de la ingeniería, la ingeniería aeroespacial y la ingeniería audiovisual, a través de metodologías de aprendizaje activo, reconocidas y premiadas por la Generalitat y con los mismos profesores que lideran proyectos internacionales de investigación.

Por tanto, no es muy difícil llegar a la conclusión del papel clave que tiene la ESEIAAT para el desarrollo del país y para la transformación hacia una economía productiva basada en el conocimiento. Conocimiento, responsabilidad social, visión de futuro, dinamismo y liderazgo son las cinco virtudes articulan esta historia; una historia positiva protagonizada por la universidad pública, como tantas otras que somos capaces de generar y que deberíamos saber contar.