Rajoy en el alambre
La derrota política del decreto de la estiba prueba que el Gobierno no quiere o no sabe cómo gestionar la complejidad parlamentaria emanada de las urnas
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Al fin, Mariano Rajoy comprueba que no basta con dejar pudrir los problemas para que se resuelvan por sí solos. A veces, la podredumbre es contagiosa. Por sus graves efectos sociales y económicos, la negativa del Congreso a convalidar el decreto ley que regula el sector de la estiba, revés parlamentario sin apenas precedentes en democracia, no es una derrota más de la precaria mayoría del PP. Es, ante todo, la prueba fehaciente de que el Gobierno no quiere o no sabe cómo administrar la complejidad parlamentaria emanada de las urnas.
El largo litigio sobre la estiba entre Bruselas y Madrid se zanjó, en perjucio de esta última, con la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE del 2014. Un año tuvo Rajoy para, aprovechando que aún gozaba de mayoría absoluta, reformar el sector a fin de acatar el fallo europeo, pero en vísperas de las elecciones del 2015 prefirió desoírlo. O desobedecer, según se mire...
Un año de paréntesis electoral permitió al presidente español hacerse el sueco ante las presiones europeas. Después de todo, gobernar en funciones no estaba exento de ventajas. Entretanto, el incumplimiento de la sentencia acarreaba una multa económica diaria para España que asciende ya a 23 de millones de euros, y que se multiplicará exponencialmente si el Ejecutivo no pone remedio.
"QUÉ LE VAMOS A HACER"
Incapaz de pactar con un sector enérgicamente movilizado, Rajoy aprobó la reforma mediante decreto ley sin garantizarse, ni antes ni después, los apoyos parlamentarios precisos para convalidarlo. Es más, la víspera de que el decreto de la estiba naufragase en el hemiciclo, el presidente seguía impasible: "Si se puede, se hace. Y si no se puede, qué le vamos a hacer."
Arrellanado en la poltrona de la Moncloa, el líder del PP prefiere humillar a Ciudadanos, incumpliendo sin rubor los compromisos anticorrupción que firmó con Albert Rivera, que blindar el apoyo de su socio de investidura y ampliarlo a otros grupos para sacar adelante, por ejemplo, los presupuestos del Estado. Rajoy camina sin angustia por el alambre, convencido de que la red del adelanto electoral le protege a él, y solo a él, de todo mal.
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