Opinión | Editorial
Crecen las listas de espera en la sanidad
Hay más personas que aguardan una operación, pero también hay más intervenciones por la eficiencia del personal

Una paciente se somete a una resonancia magnética en el Hospital del Vall d'Hebron.
El 2,2% de la población de Catalunya está en lista de espera para una intervención quirúrgica en la sanidad pública. Es un porcentaje muy elevado, superior al de un año antes. Que 164.828 personas, según datos actualizados a 31 de diciembre del 2016, estén aguardando una llamada para ser operadas es un dato apabullante, cuya gravedad no queda aminorada por el hecho de ser un problema que se ha convertido en crónico. La sanidad pública catalana –y la española en general– goza todavía de un merecido prestigio, pero no logra superar el mal endémico de las listas de espera, que sume a muchos de quienes lo sufren en un lógico enojo, cuando no impaciencia o angustia.
El dato positivo de la estadística que ha dado a conocer la Generalitat es la reducción de la lista de espera del grupo específico de personas que tienen patologías de máxima importancia y gravedad vital, que ha disminuido un 6,4% y está ahora en 32.207 enfermos. Pero 2.714 de ellos ya han sobrepasado el tiempo máximo de 180 días en el que, de acuerdo con la ley, deberían ser llamados al quirófano. Y lo mismo sucede con el plazo de un año para otros 13.367 pacientes con patologías menores. Es decir, la Administración está incumpliendo la obligación que se impuso de atender quirúrgicamente en un plazo límite, con lo que se vacía de contenido una medida que en su momento fue presentada como ejemplo de responsabilidad de los poderes públicos. Un olvido que no es exclusivo de Catalunya sino que se reproduce en otras comunidades autónomas.
Con todo, los hospitales catalanes realizaron 406.214 intervenciones quirúrgicas en el 2016, un 13,6% más que en el 2010, el año con mayor presupuesto de la Conselleria de Salut, que desde entonces ha perdido 1.500 millones de euros anuales. La explicación de esta aparente paradoja es tan sencilla como hiriente: esta mejora de la eficiencia es imputable casi en exclusiva al sobreesfuerzo del personal sanitario, que ha dado un ejemplo de responsabilidad y profesionalidad en los años más duros de la crisis. Si se pretende profundizar en esta vía para maquillar la realidad de las listas de espera, el riesgo no será solo la justa indignación de los trabajadores de la sanidad, sino la propia calidad asistencial de un servicio público que hay que defender sin concesiones.
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