Denunciar al pecador
'Llums i Taquígrafs' cartografía los focos, causas y cifras de la corrupción
Neus Tomàs
Periodista
NEUS TOMÀS / BARCELONA
Gracias a la perseverancia del exdiputado David Fernàndez y del también periodista Àlex Romaguera existe 'Llums i Taquígrafs', un atlas de la corrupción que cartografía como hasta ahora no se había hecho los focos, causas y cifras de una lacra que va más allá de la codicia humana. La burbuja inmobiliaria pervirtió aún más un sistema ya de por sí con demasiadas imperfecciones. La especulación, el fraude fiscal, la financiación ilegal de los partidos y la impunidad son los componentes que se repiten en la mayoría de casos que han acabado aflorando: el saqueo del Palau, Pretòria, Mercuri, ITV, el clan Pujol, Petrum, Inipro, Innova, Treball, Turisme... se podría ir retrocediendo en el tiempo hasta llegar a Filesa y Banca Catalana.
La corrupción encuentra siempre fórmulas para expandirse en los diversos métodos de abusar del poder y los silencios cómplices no hacen más que amplificarla. La pregunta que deberíamos plantearnos como sociedad es cómo puede combatirse la raíz y sus metástasis. La filósofa Hannah Arendt apelaba a la dignidad, constancia y cierto coraje. Parece una buena fórmula para reconciliarse con la condición humana y no perder la poca o mucha confianza que nos quede en nuestra sociedad. Con las dosis necesarias de dignidad, constancia y coraje individuales pero también las que podamos ejercer como colectivos. El periodismo debería ser uno de ellos. Nadie dice que sea fácil pero se trata de resistir a las presiones, destinar profesionales a investigar y entender que, como reivindicaba el añorado Xavier Vinader, el combate contra la corrupción es un combate ético, político y sociocultural. Si la luz se apaga y los taquígrafos desaparecen lo lamentarán incluso aquellos que creen que el periodismo puede ser sustituido por las redes sociales.
El historiador Josep FontanaJosep Fontana, una de las voces que claman contra el silencio, denuncia que vivimos en una cultura que ha integrado la creencia de que se puede pecar, arrepentirse y volver a pecar. Ciertamente las reglas del juego lo permiten. Pero ante canallas que pecan y pecan debemos alzar la voz hasta quedar afónicos.
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