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Prensa

Vivimos tiempos en que la información no parece esencial para que una sociedad sea libre en sus decisiones

Donald Trump, durante su intervencion en la Conferencia anual de Accion Politica Conservadora  (CPAC), en Washington

Donald Trump, durante su intervencion en la Conferencia anual de Accion Politica Conservadora (CPAC), en Washington / periodico

MANEL FUENTES

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Donald Trump llama enemigos del pueblo a algunos medios de comunicación. Y actúa como si realmente lo fueran. Medios tan prestigiosos como The New York Times, Politico, la CNN, BuzzFeed o Los Angeles Times han sido vetados para acceder al encuentro con su portavoz, Sean Spicer. Mariano Rajoy ya no se escuda en el plasma pero evita preguntas incómodas. Cuando se pregunta por corrupción, todos echan balones fuera. Gremialismo y escudería. Muchos estamentos oficiales se mueven entre profilácticos comunicados de prensa y portavoces de tercera.

Hasta los entrenadores de fútbol se permiten cargar contra el mensajero o dejar sin contestar preguntas que mis colegas pretenden hacer llegar al público. Y lo peor es que no pasa nada. Es como si la información no fuera esencial para que una sociedad sea libre en sus decisiones.

Hoy hay una corriente que intenta dar la misma credibilidad a una cuenta de Twitter que a una cabecera reconocida. Y evidentemente, parte de culpa también tiene el sector. Hubo pasteleos con el poder en muchos casos. El periodismo de investigación incómodo no fue siempre el más apoyado. Y poco a poco, y con la irrupción de la digitalidad, a las cabeceras con pedigrí les llegaron los apuros financieros hasta que, como pasa en muchos casos, cuelgan de los bancos y de los intereses de sus accionistas. En el primer mundo, el poder ya no responde ante la prensa. O no como antes. En frente nos plantifica un bregado departamento de prensa para que lo que trascienda no sea lo más feo. En otros mundos, a los periodistas incómodos se les silencia o se les mata. Y no pasa nada.

OPINIONES COMPLEMENTARIAS

Algún que otro editor ególatra tampoco ayudó a que la ciudadanía tenga una gran opinión del colectivo o de los medios, pero ahora ya se han traspasado las líneas rojas del peligro. Hoy para muchos informarse es consultar Twitter o Facebook. O sea los tuits o los posts de las cuentas elegidos por ellos. Con lo que el sesgo y la brecha para abrazar otras opiniones complementarias a las de uno está creciendo exponencialmente.

El océano digital no genera pasado. Acumula impactos. Verdades o mentiras consumidas al tuntún. Hace poco se hizo viral la noticia de la muerte del payaso Miliki… cuando fue en el año 2012. Ese es hoy gran parte del público. 'Hooligans' sesgados que consumen sin contexto ni subtexto. Acumuladores y generadores de impactos en un tiempo plano mientras el poder real se privatiza y transforma el deber de dar respuesta a la ciudadanía en un capricho. Y digo yo: sin conciencia general de la importancia de la información y de lo que cuesta, (y que debemos pagarla), con células atomizadas que consumen mundos informativos cerrados y contaminados, ¿quién se puede extrañar de resultados electorales recientes y de los que vendrán?