Inquietante cultivo en auge

Llevarse la palma

Los europeos consumimos gran cantidad de grasas vegetales procedentes de los trópicos

Aliño de una ensalada con una aceitera.

Aliño de una ensalada con una aceitera. / periodico

RAMON FOLCH

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Usted, seguramente sin saberlo, se ha hartado de comer aceite de palmaaceite de palma. O lo ha usado como cosmético. China, India, Pakistán y Estados Unidos son grandes consumidores de tal aceite, pero es la Unión Europea quien encabeza la demanda mundial, importa unos siete millones de toneladas cada año. El 70% se incorpora a alimentos procesados (chocolate, galletas, helados, bollería...), el 24 a productos cosméticos (jabones, cremas faciales, pintalabios...) y el resto se destina a otros usos. De promedio, cada europeo consume anualmente unos 15 litros de aceite de palma, más de un litro al mes.

Vivimos en el imaginario del aceite de oliva, pero lo cierto es que sobre todo consumimos otras grasas vegetales. Quizá no aderezando ensaladas, pero sí cocinando y, sobre todo, vaciando estantes de supermercado. La demanda mundial de aceite es liderada por el de palma (64 millones de toneladas), seguido por el de soja (53 millones), el de colza (27 millones) y los de otras semillas (girasol, maní, algodón, etc.). De aceite de oliva apenas se producen 2,5 millones de toneladas anuales. La novedad es el liderazgo del aceite de palma.

UNA ALTERNATIVA A MEDIAS

La palma de aceite ('Elaeis guineensis') es una palmera de porte modesto originaria de África occidental. Da unos compactos y voluminosos ramilletes de frutos espinosos, ricos en ácidos grasos. Por molturación, benefician un aceite ligeramente rojizo. Es una alternativa a las grasas hidrogenadas (margarinas), hasta hace poco y todavía hoy muy usadas por la industria alimentaria para evitar los aceites animales, la mayoría saturados y poco saludables. Pero una alternativa solo relativa, pues el porcentaje de grasas saturadas del aceite de palma no es despreciable (en torno al 45%), nada que ver con el excelente aceite de oliva (apenas un 10% de grasas saturadas exaltadoras del colesterol). En todo caso, el de palma es un aceite con buenas propiedades y relativamente barato: estaba destinado a triunfar.

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El problema es que la palma de aceite solo crece en la zona intertropical, en el ámbito de la selva lluviosa ecuatorial. Todas las plantaciones de palma de aceite conllevan la previa destrucción de la pluvisilva. Por eso se han convertido en la bestia negra de la biodiversidad. Y de los orangutanes, entre otros animales acorralados.

En Indonesia y en Malasia, las plantaciones de palma de aceite aumentan sin cesar. Actualmente, ya ocupan más de 12 millones de hectáreas (cuatro veces Catalunya), 12 millones de hectáreas que ayer eran selva. Los bosques más biodiversos del mundo se han convertido en monótonos cultivos monoespecíficos. Y no en beneficio de las economías locales, sino de los grandes grupos explotadores del negocio. En Occidente también sustituimos bosques por cultivos, pero de ello resultó toda la economía y cultura rural, base de la futura industrialización; en los trópicos, no. O poco. Hay pequeños productores, desde luego, pero la parte del león se la llevan las multinacionales, que siempre son forasteras, y los políticos que operan en connivencia con ellas.

ABUSOS SOCIOAMBIENTALES

Es fácil desacreditar el ecologismo barato que piensa más en los simios que en las personas, pero más lo es aún refugiarse en tal descalificación para cometer todo tipo de abusos socioambientales. Es justo lo que pasa. El éxito del aceite de palma es una cuestión de precio en el mercado mundial de 'commodities', no de interés hacia los países subdesarrollados que lo producen (sin salir del subdesarrollo...).

Antes también comíamos helados y nos lavábamos con jabón sin necesidad de destruir las selvas intertropicales remanentes, sin duda estratégicamente más valiosas para la humanidad que las cuentas de explotación de unas cuantas transnacionales. Por eso nadie puede extrañarse que crezca la oposición hacia el aceite de palma: si rechazáramos los productos que innecesariamente lo contienen, temblarían las piernas de más de cuatro.

Ello seguramente no sucederá. La mayoría no somos conscientes del grado de corresponsabilidad que tenemos en las cosas que pasan en el mundo. La globalización de la economía nos hace perder de vista la trazabilidad de los productos que compramos y la propia diversificación de nuestra demanda desdibuja procedencias y responsabilidades. Hasta que se nos abran los ojos y nos percatemos de que cabalgamos sobre una cornucopia letal. Me temo que tardaremos en darnos cuenta de ello. Ojalá que no sea demasiado tarde. Podríamos empezar leyendo etiquetas y tomando conciencia del aceite de palma que consumimos.