La movilidad en las grandes urbes

El peatón en la ciudad

El buen urbanismo ha de facilitar las mejores condiciones posibles para hacer más agradable la presencia del viandante en el espacio de todos

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JOSEP OLIVA CASAS

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Considero que para tratar este tema primero hay que remitirse al modelo de ciudad y es que el de raíz mediterránea es precisamente el que crea vida urbana en el espacio público debido al excelente clima, sol, buena temperatura y poca lluvia que invitan a hacer acto de presencia en las calles por diferentes motivos prácticos, pero también por el simple placer de pasear, incluidas estancias en bancos públicos o terrazas de bares. De esta manera el peatón es protagonista y el buen urbanismo ha de facilitar las mejores condiciones posibles para hacer más agradable su presencia en el espacio de todos.

Ahora bien, hace algún tiempo que el viandante gozaba de unas condiciones suficientemente aceptables en sus recorridos por la ciudad pero, desgraciadamente, esta situación ha ido empeorando. ¿Causas? La lenta pero implacable invasión del espacio público por parte del transporte rodado: primero los coches y después se han añadido  las motos y las bicicletas. En este sentido Barcelona evidencia el problema por su dimensión pero también se puede extrapolar a otras ciudades con la debida proporcionalidad. Evidentemente, cambiar la situación actual es difícil y más cuando se requiere hacerlo en el interior de la ciudad construida que es el único lugar donde se ha podido detectar esta problemática.

Desde el punto de vista de los peatones, los inconvenientes que ocasionan los vehículos son variados: contaminación, ruido, riesgo de accidentes pero con especial acento de la gran ocupación del espacio público tanto para circular como para aparcar. Algún problema se solucionará en el próximo futuro mediante la aplicación de electricidad en los vehículos pero permanecerán los otros. Se añade el intolerable grado de incivilidad de algunos conductores, (especialmente motoristas y también ciclistas) por las indeseables interferencias en las aceras que nunca ningún vehículo tendría que invadir y que causan una evidente incomodidad.

EL EQUILIBRIO NECESARIO

Todo esto no significa adoptar una oposición a los vehículos, sino pensar y atender a los peatones. Se tendría que llegar a un equilibrio entre las dos necesidades: el paseo tranquilo de los unos y los necesarios desplazamientos en vehículo de los otros y si, por ejemplo, se aumenta el espacio destinado al aparcamiento de motos (como se está haciendo) hay que reducir la superficie de la calzada y a la vez, controlar estrechamente el comportamiento de los conductores incívicos.

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La calidad de vida reclama que el paseo por las calles sea tranquilo y placentero para poder disfrutar del espacio público que nos  ofrece nuestro espléndido clima. Se ha de reconocer que es difícil actuar en la ciudad actual porque el problema es complejo. Además, se complica al intentar resolver la necesaria provisión de garajes y aparcamientos. Toda esta política ha de ir acompañada de una ampliación de la red de transporte público con especial atención al metro en las ciudades grandes.

Se trata, pues, de devolver el respeto al peatón haciendo un seguimiento de los infractores y sin olvidar la movilidad de los vehículos. Insisto, es un tema arduo que exige tener ideas claras y practicar una firme política por parte del gobierno municipal