Junqueras o la prueba del nueve

Tras tanta confusión seguimos clavados donde estábamos

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, tras una reunión en el Parlament.

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, tras una reunión en el Parlament. / periodico

JOAQUIM COLL / BARCELONA

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Llevamos una semana entretenidos con la historia de una mentira con la que el Govern solo ha logrado hacer el ridículo al negar la existencia de cualquier tipo de contacto entre Mariano Rajoy y Carles PuigdemontMariano RajoyCarles Puigdemont. Tampoco el líder del PP catalán, Xavier García Albiol, se lució enmendando el guión al delegado del Gobierno, Enric Millo. Al final se confirmó que cuando el río suena, agua lleva, y que sí había habido un almuerzo secreto en la Moncloa, aunque no sirvió, dicen los protagonistas, más que para constar su irreversible desencuentro sobre el referéndum.

Tras tanta confusión seguimos clavados donde estábamos, pero hemos dejado entre tanto de prestar atención a otros hechos más substanciales. Primero, las declaraciones del director de la policía autonómica Albert Batlle avisando de que los Mossos cumplirán con sus papel de policía judicial y que, como en otras ocasiones, detendrán a aquellos cargos públicos que desobedezcan los requerimientos de un juez, incluso si se tratase de Carme Forcadell o Puigdemont. Sorprende que la CUP no haya puesto el grito en el cielo y exigido el cese inmediato de Batlle. En JxSí muchos no se explican qué hace Jordi Jané, un convergente moderado de la vieja escuela, ocupando todavía la Conselleria d' Interior, a la que accedió tras el cese del democristiano Ramon Espadaler en junio de 2015. Curiosamente, en el PDECat, que a veces parecen más las juventudes de ERC, no quieren oír hablar de su relevo y prefieren conservar una última carta de orden. Como los Mossos no van a saltarse la legalidad constitucional, la desobediencia y el choque de trenes con el que se amenaza a diario no pasa de ser una fanfarronería de adolescentes malcriados.

En segundo lugar, el encontronazo constante en el Parlament entre CSQP y el bloque separatista de JxSí y la CUP. Las intervenciones de Joan Coscubiela y Lluís Rabell son durísimas contra lo que consideran un doble lenguaje marcado por la ambivalencia e imprecisión del Govern. Por una lado, se descalifica al Tribunal Constitucional y se solemniza la desobediencia, pero luego se siguen presentando recursos. Por otro, se anuncia la desconexión de España y la capacidad de la Agencia Tributaria Catalana para cobrar muy pronto todos los impuestos, pero la Generalitat seguirá enchufada al fondo de liquidez autonómica hasta el 2026, según un documento que el 'vicepresident' y responsable de Economía y Hacienda reparte cuando se reúne con los inversores internacionales y en el que no aparece la palabra ruptura por ningún sitio. Y así, suma y sigue.

Coscubiela a eso lo llamó “la doble vida de Junqueras”, no en vano el Gobierno español ve en él un interlocutor mucho más pragmático que Puigdemont. La prueba del nueve es que, aunque aspira a comerse la mayor parte del pastel independentista, el líder de ERC no está dispuesto a firmar ningún papel que pueda llevarlo a la inhabilitación o a un juicio por malversación de dinero público cuando llegue el capítulo de la convocatoria del referéndum. Esa jugada para irse de rositas será digna de verse.