El pequeño observatorio

En el fondo, todas las músicas llevan vida

Escuchar una canción rodeados de silencio es buscar una emoción particular e intransferible

Bob Dylan, durante una actuación en Francia, en julio del 2012.

Bob Dylan, durante una actuación en Francia, en julio del 2012. / periodico

Josep Maria Espinàs

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Cuando alguien logra tener una larga vida, es natural que eche de menos algunos hechos o costumbres que han ido desapareciendo. Hay que aceptar la evolución de las relaciones familiares, de la moda, de las ideas. Creo que yo he aceptado cómodamente varias evoluciones, pero hay una pérdida que siento: la de la canción que dice cosas, que habla de sentimientos y expone ideas concentradas en tres minutos, o en cinco, como máximo. Las canciones de Dylan, Brassens, Léo Ferré, Llach etcétera... Cantautores, dijo alguien de ellos.

Triunfan ahora los grupos que con la potencia acústica se proponen impresionar al oyente más que ayudarle a compartir ideas o sensaciones. Conviene darse cuenta de la calidad lírica que tiene una rama de la canción francesa moderna. Brassens ha cantado: «A la sombra del corazón de mi amiga un pájaro se durmió, un día que ella parecía la bella durmiente del bosque...» Y Dylan avisa: «Te quieren hacer creer que puedes hacer lo que nunca se ha hecho, mientras la vida se te escapa y pasa por tu lado». Y Léo Ferré: «Señor mío Pasado, pase, por favor, tengo como un deseo de olvidar mi vida, y si pudiera pasar la vida al revés serías tú quien me vería volver a pasar...».Cuántas ideas, cuántos latidos humanos, latidos líricos en las mejores canciones.

La repetición insistente de un par de acordes acompañados por unas palabras breves también repetidas puede crear un clima de entusiasmo en los oyentes-participantes del espectáculo.  No lo critico, quisiera que me entendieran. Se trata de no confundir géneros. Por un lado, está el placer de la participación colectiva en una explosión sonora. El ritmo percutiendo se hace admirablemente solidario. Escuchar, en cambio, una canción rodeados de silencio es aceptar –o buscar–que aquellas palabras y aquella melodía nos traigan una emoción particular y no transferible. 

    Bien mirado, cualquier música es vida.