Al contrataque
La deuda
No sé en qué momento dejas de pensar que el mundo te debe algo para darte cuenta de que en realidad el que le debe algo eres tú
Milena Busquets
Escritora
MILENA BUSQUETS
Estoy en el coche, es sábado por la mañana, acabo de salir de la radio, hace sol, he comprado desayuno para los niños y suena Adele. Hay poco tráfico, me deslizo rauda y veloz por las calles de la ciudad, mi coche es como mi segunda casa, veo el exterior pero tengo la sensación de estar resguardada. Me pongo las gafas de sol. El coche huele a cruasans recién hechos. En una esquina, veo a un niño de unos 5 años con su padre. No les conozco, pero es obvio que son padre e hijo, los mismos rizos castaños, dos versiones del mismo cuerpo, compacto y ligero a la vez, la misma piel dorada.
Los miro lo que tarda el semáforo en pasar del rojo al verde y de repente pienso: «¡Qué suerte tengo! ¡Qué partida tan magnífica habrá sido! Cuántos amaneceres en paz he conocido. Cuántas veces me he sentido indestructible. Cuántas veces he pensado que entendía, y que era entendida, más allá de las palabras y más allá de todo por otro ser humano».
No sé en qué momento dejas de pensar que el mundo te debe algo para darte cuenta de que en realidad el que le debe algo eres tú. Un día, el equilibro de la balanza se invierte: soy yo la que está en deuda, tengo una deuda tan inmensa que aunque viviese mil vidas y escribiese 200 libros, jamás podría saldarla.
Un día, pasamos del «yo esperaba más» al «lo he tenido todo, mucho más de lo que tal vez merezca, mucho más de lo que esperaba, y si caigo fulminada por un rayo en este preciso instante, pues que así sea, ha sido un viaje sensacional, lo doy por bueno».
Yo no he visto cosas que vosotros no creeríais como Roy Batty en 'Blade Runner'. No he visto naves de combate en llamas más allá de Orión. No he visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser.
IMÁGENES
He visto cosas que todo el mundo ha visto. He visto a mi hijo pequeño abrazarme después de dos días fuera de casa como si me hubiese ido al fin del mundo, hubiese luchado contra monstruos terribles y hubiese regresado sana y salva. He visto a un chico llevarse la mano al corazón (medio en broma y un poco en serio) cuando yo me alejaba en el autobús de línea que me llevaba de regreso a Barcelona. He visto a un hombre con jersey gris hacerle monerías a un bebé hindú que estaba en la mesa de al lado mientras este le tironeaba de la manga. Y he visto el Partenón desde una habitación de hotel y he tocado el pie de piedra de los tetrarcas de la plaza San Marcos, como hacía mi padre cada vez que llegaba a Venecia. Y también he visto parir a mi perra Nana.
El coche que tengo detrás toca el claxon. Llego a casa. Mi hijo le está lanzando unos insultos espeluznantes a sus contrincantes futbolísticos de la Xbox. Pienso en que tengo que bajar la basura.
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