El Liceo y el contexto

SÒNIA GELMÀ

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Leo Messi no tenía nada que celebrar. El argentino aún está digiriendo la derrota de París y no se esforzó en disimular su enfado, y menos aún cuando el equipo rozó el desastre. Messi nació en Rosario pero en esa actitud sobria conecta con el talante del aficionado azulgrana medio que este domingo no estaba para fiestas. Se trataba de ganar el partido -quizá sin sufrir tanto- y volverse a casa sin excesivas celebraciones. Porque ese es el estado de ánimo culé después de la derrota ante el PSG, que por desgracia no fue un accidente.

Pero la masa azulgrana no es uniforme y el comportamiento de una parte del estadio no coincide con el de la Grada de Animación, que vive el fútbol de una manera muy diferente a esa tradición que ha conseguido que de manera despectiva nos refiramos al Camp Nou como el Liceo. El prototipo de aficionado azulgrana es exigente, con una actitud reactiva. Solo regala su aplauso cuando es merecido y en momentos puntuales en que considera, entonces sí, que el partido requiere su ánimo.

APOYO INCONDICIONAL

Ese aficionado mira con recelo esta nueva grada que se comporta de otra manera, como si formaran parte del espectáculo. El vestuario, en cambio, los agradece, porque al equipo le gusta el apoyo incondicional. Y ellos se lo dan. Llueva, nieve o haga sol. Ganen o pierdan. Jueguen mal o peor. Desde esa grada se entiende que su función es animar, generar una banda sonora sin tener en cuentan el contexto. Tienen su recital de cánticos preparados y activan la coreografía independientemente de cómo vaya el partido o de cual sea la situación del equipo.

Y en su repertorio de cánticos aparece puntualmente el de Luis Enrique. Pero este domingo se encontraron que el resto del estadio no creyó que fuera oportuno explicitar ningún apoyo al técnico -el contexto- y reaccionó con silbidos. La insistencia de este sector de la grada coreando el nombre de Luis Enrique acabó provocando el efecto contrario al buscado. El ambiente se enrareció en una división de pareceres que no enfrentaba tanto a partidarios y detractores del asturiano como a dos puntos de vista ante la vida.

ANDRÉ GOMES, SEÑALADO

Que Luis Enrique no estaba en el punto de mira de la afición quedó claro, ni que sea por comparación, ante la pitada que se llevó André Gomes. En ese momento el Liceo pasó a ser el Coliseo, donde se ajusticia a los débiles. Y esa tradición también forma parte de este Camp Nou donde conviven dos maneras de entender el fútbol y dos maneras que pueden cohabitar en la victoria pero que no van a llevarse bien en la derrota.

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