La Casa Blanca y el teatro

Trump, ¿100 representaciones?

Al presidente de EEUU le gusta el teatro. Hombre, no. Eso es tener una oveja negra en la familia. Ya tuvimos a Ronald Reagan

El presidente estadounidense, Donald Trump, durante una rueda de prensa este jueves.

El presidente estadounidense, Donald Trump, durante una rueda de prensa este jueves. / periodico

JOSEP MARIA POU

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Como ciudadano en perpetuo estado de asombro, el corazón me sube a la garganta con cada nueva actuación de Donald Trump. Escribo asombro donde podría escribir angustia, y escribo corazón donde podría hacerlo de otros órganos que, a pares y en situaciones límite, tienden a ascender desde los bajos hasta al cuello y anudarse allí en funciones de corbata. Es decir, que me valgo de eufemismos para no sonar malsonante, pero usted y yo sabemos de qué hablamos.

No me gusta Trump, a qué negarlo. No me cae bien, me incomoda, me disgusta, me ofende, me repele, seguramente por los mismos motivos que a ustedes. Pero permítanme que en mi condición de actor añada otro más: a Trump le gusta el teatro. Y ya no como espectador, que también (sus espectáculos favoritos son Evita Chicago), sino como productor que quiso ser, formando parte del gremio. Hombre, no. Eso ya no. Porque eso es tener algo en común. Eso es tener una oveja negra en la familia. Ya tuvimos a Ronald Reagan, que nos sacaba los colores cada vez que presumía de Hollywood. Otro no, por favor.

Pues resulta que sí, que un joven Donald Trump, de 23 años, desembarcó en Broadway con un saco de dinero,  dispuesto a iniciarse en los negocios de Talía. Se presentó ante David Black, afamado productor, y le ofreció coproducir una función al 50%, a cambio de figurar juntos, con el mismo tamaño de letra, en lo alto del cartel. Dicen, y es evidente, que estaba más interesado en promocionar su nombre que en aprender arte dramático. Paris is out!, que así se llamaba la función, se estrenó en enero de 1970. No se invitó a los críticos. El del New York Times, que se pagó su entrada, escribió: «El resultado me inspira más piedad que disgusto». La obra tuvo solo 96 representaciones. La familia de Broadway y el público de aquellos años 70 no le consintieron ni siquiera los 100 días de rigor.

Hoy Broadway y el show business se le muestran mucho más contrarios que entonces. No así el público, que aparece dividido. ¿Llegará esta vez a las 100 representaciones?