Gracias a Iñaki, Basté, Júlia, Ortega...

Es un medio de comunicación que ya resulta imprescindible en nuestras vidas

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NEUS TOMÀS / BARCELONA

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Lo confieso: soy adicta a la radio desde hace más de dos décadas. Empecé con Iñaki Gabilondo, el más grande. Sus reflexiones fueron y son las más las lúcidas (y eso que hay opinadores de todo y para todo). Me levanté centenares de días escuchándole y me considero una afortunada por haber podido trabajar más de una vez con él.

Ahora no salto de la cama hasta que Jordi Basté me suelta su ‘si us acabeu de llevar heu de saber què...’ Habla como un tipo normal y eso le convierte en un comunicador excepcional. Si alguien ha refrescado los programas matinales con secciones modernas y arriesgadas ha sido Basté. Él, de lunes a viernes, y Javier del Pino Javier del Pinolos fines de semana con un magazine tan pausado como incisivo. Han innovado del mismo modo que Juan Carlos Ortega sorprendió al introducir el surrealismo en las ondas como nadie más ha sabido hacer.

Mi adicción sería incompatible con la falta de tiempo si no fuera por ese gran invento llamado 'podcast', gracias al cual combino el 'Jelo' de Júlia Otero con 'La Competència' (los fans de 'Minoría Absoluta' pensábamos que nadie les superaría hasta que llegaron 'els Òscars').

La radio es la voz profunda de Jaume Brufau los fines de semana en Catalunya Informació, la de Aran Mazuque informando del tráfico, la de Rosa Badía, una gran señora, dentro y fuera del estudio, las entrevistas de Carlos Alsina (mis preferidas son las de Rajoy), las llamadas de madrugada a la 'Nit dels Ignorants' o las historias del 'Hablar por hablar'. Son los 'Pasos perdidos' de José Luis Sastre y las crónicas de Carme Clèries y Victòria Vilaplana.

Hay días largos, muy largos, en los que al acabar la jornada solo apetece un poco de calma, una sección de cultura diferente y una tertulia con la dosis mínima de cuñadismo. En tiempos de audiencia a cualquier precio y política de vuelo gallináceo no es fácil lograr esa combinación. Pero Àngels Barceló lo ha conseguido. Solo hay algo que me guste más que participar en su 'Hora-25': Escuchar el programa. Estoy convencida de que Carlos Llamas estaría orgulloso.