Los problemas de la globalización

Gobernar el turismo

Con el PEUAT, Barcelona asume el reto de proteger a los vecinos frente al mercado del alojamiento

JANET SANZ

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Uno de los fenómenos que han caracterizado la globalización es el crecimiento exponencial del turismo internacional. Hoy es más fácil viajar a un país lejano, conocer otras ciudades y culturas. Las fronteras se han desdibujado y los vuelos se han popularizado. Hay una cifra para recordar: cada año viajan más de mil millones de turistas entre diferentes países del mundo, una cifra que se ha multiplicado por cuatro en los últimos 30 años. Cada año la cifra crece a un ritmo de un 4% o 5% anual y nadie es capaz de determinar cuál es el límite de este crecimiento.

LA PRESIÓN CRECE CADA AÑO

En este contexto, un buen número de grandes ciudades con turismo mundial han visto cómo su paisaje humano y urbano se transformaba al mismo ritmo que crecía la llegada de turistas. París, Berlín, Londres, Nueva York, Ámsterdam… y también Barcelona ven como cada año la presión turística crece, y como crecen también los impactos sobre los barrios y la población residente. Tenemos en común la afectación de un derecho tan básico como el acceso a la vivienda. La vivienda compite con otros usos más rentables, y sin regulación pública se desencadena un doble proceso de sustitución de usos y de incremento de precios y alquileres: en Ciutat Vella tenemos ya el precio de alquiler más alto de España. Además, a la sustitución de viviendas por alojamientos turísticos se ha sumado la popularización de plataformas web que ofrecen todo tipo de ofertas, acentuando y acelerando la problemática. 

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Estos cambios de carácter global y que escapan al control de las ciudades de forma aislada suponen un reto de primer orden. Nadie niega que el turismo aporta actividad económica beneficiosa para una ciudad, pero en casos como el de Barcelona si se deja esta cuestión en manos del mercado las consecuencias pueden llegar a ser nefastas. Ya hace tiempo que se veía la necesidad de poner orden, porque existen claras señales de alerta de una tendencia a todas luces negativa para la ciudad: algunos barrios céntricos pierden población a un ritmo elevado; tenemos barrios enteros donde hay más plazas para turistas que vecinos y vecinas viviendo; los barceloneses y barcelonesas evitan pasar por según qué zonas saturadas por el turismo; la inversión internacional había aumentado por la compra de inmuebles en busca de la alta rentabilidad a corto plazo de la burbuja turística.

La moratoria hotelera decretada a las pocas semanas del cambio de gobierno en Barcelona fue un acierto. Hacía falta detener la tendencia de crecimiento acelerado de apertura de todo tipo de alojamientos turísticos y poner orden. Veníamos de una barra libre perfectamente aprovechada por los inversores internacionales que tenía una cara oculta: la expulsión de vecinos y vecinas de sus barrios y la sustitución de la vivienda por actividad turística. Teníamos un reto: gobernar el turismo.

UN INSTRUMENTO PARA PONER ORDEN 

Después de un largo proceso de trabajo y debate político y social, el pleno del ayuntamiento ha aprobado el Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos de Barcelona (PEUAT)Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos de Barcelona(PEUAT). Este es un instrumento que nos permitirá limitar y poner orden en el mercado de alojamientos turísticos en la ciudad. En Barcelona ya no estamos en manos de un mercado descontrolado, estamos en manos de la regulación de la que nos hemos dotado colectivamente. A partir de ahora, la implantación de un negocio de alojamiento turístico ya no responderá únicamente a la previsión de rentabilidad y beneficio de su promotor, sino a la adecuación a una normativa que define dónde pueden colocarse estos negocios y en qué condiciones.

BARCELONA, UN PASO POR DELANTE

Tener un plan que regule este mercado sitúa a Barcelona como una ciudad que va un paso por delante en esta cuestión, y eso es mérito de todos: los movimientos sociales que han denunciado desde el primer momento la situación de determinados barrios, el propio sector (que ha aceptado y defendido la necesidad de poner orden), los grupos políticos que se han sumado a la necesidad de elaborar una regulación discutiendo su contenido.

Barcelona ha estado a la altura del reto realizando una apuesta para gobernar lo que parecía ingobernable. Es una victoria de todos, porque a partir de ahora nadie se verá expulsado de su casa por un proyecto de alojamiento turístico, los barrios con mayor presión no recibirán nuevos proyectos que los saturen aún más y los nuevos proyectos se podrán realizar con orden, de forma desconcentrada. La ciudad toma las riendas. Se gobierna.