Carmen Martínez «Mi propia familia no me veía capaz de criar a mis hijos»

A Carmen Martínez la vida le enseñó desde temprano que había que luchar; es lo que ha hecho, por ella, por sus hijos y por los demás

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MAURICIO BERNAL

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Esta mujer llegó en tren a Barcelona cuando tenía 5 años, es decir, hace 71, y de la mano de su madre se fue a vivir a Robadors, la calle, lo primero que conoció de esta ciudad. «Lo peorcito de Barcelona», recuerda. Fue el comienzo de una historia ardua, de pobreza, de dificultad. Pero también de lucha. Incansable es un adjetivo frecuente; incansable es una mujer de 76 años que sigue luchando.

-¿Vivieron mucho tiempo en Robadors?

-No, cómo, aquello era una pensión. Éramos pobres, mi madre trabajaba en un matadero de pollos, así que nos instalamos en el Carmel, en el barrio de barracas, y más tarde en Montjuïc, también en una barraca.

-Esa ciudad extinguida. Quedan el archivo, las placas… y testimonios como el suyo.

-Bueno, si quiere que le diga la verdad, no pienso mucho en ello. Así vino la vida. Al final nos instalamos en Ciutat Meridiana: ahí conocí al padre de mis hijos, ahí crié a mis hijos y ahí me quedé hasta hoy. Por supuesto que me habría gustado cambiar, bajarme a vivir a la plaza de Catalunya. ¡A quién no!

-¿Cuántos hijos tiene?

-Cuatro. Ahora tienen 55, 52, 51 y 45 años.

-Los tuvo joven.

-Muy joven, sí. Lo que pasó fue que mi marido resultó inmaduro, irresponsable… Lo suyo era vivir la vida y no se responsabilizó de los hijos. Nunca se fue del todo, eso sí, iba y venía… Hasta que falleció en un accidente. ¿Quiere saber cuál fue mi primera lucha?

-Se lo iba a preguntar. ¿Cuál fue?

-Mi primera lucha fue por los derechos de los homosexuales, por allá en los años 80. Lo hice por mi hijo, que es homosexual.

-Un compromiso social que pasaba por un compromiso con su hijo.

-Sí, me acuerdo cuando me dijo que le gustaban los hombres… Recuerdo que me pasé la noche llorando. Pero al final me dije: «Carmen, tienes una batalla por delante».

-¿Una batalla que consistió en qué?

-En apuntarme a una agrupación de padres en defensa de los derechos de los gais. En ir a las televisiones: a mí me entrevistó Nieves Herrero sobre ese tema. Trabajé con los del Casal Lambda, también. Dicen que la unión hace la fuerza, y yo creo en ello.

-Tengo entendido que lo ha aplicado a otras causas.

-Sí, procuro. Me identifico mucho con la marea blanca, porque la salud de la gente es lo primero. Y en mi barrio, bueno… Se tuvo que luchar por muchas cosas, por que hicieran el instituto aquí en vez de allí, no sé… A Ciutat Meridiana siempre le han hecho el vacío. Pero un día, no sé por qué, la gente se dejó de movilizar por el barrio.

-Tiene 76 años. Otros a su edad ya no tienen cuerda para protestar, para ayudar.

-Ah, pues yo sí. Me da vida. Ahora estoy colaborando con el Banc del Temps, y doy clases de castellano a los inmigrantes en el casal de Ton i Guida. Justo ayer estuve, que me tocaba. Además, cada mes participo en un mercadillo donde se recoge ayuda para Nicaragua. Y siempre que puedo recojo firmas contra la privatización de la sanidad... Al Vall d'Hebron, vamos al Vall d'Hebron. O al Hospital del Mar, a hacer ruido.

-Dígame una cosa, ¿cómo se ganó la vida?

-Trabajaba en telares. Era hilandera. A veces me sacaba algo trabajando con pelo de cerdo en mi casa. Mi marido era machista y según él la mujer no debía trabajar, pero si no lo llego a hacer nos morimos de hambre. Mire, yo de niña era muy tímida, tenía muy baja autoestima. Era «Carmencica, la pobrecica», y mi propia familia no me veía capaz de criar a mis hijos. Pero les demostré que no era así. ¿Sabe qué digo cuándo me preguntan si he ido a la universidad?

-Qué.

-A la universidad de los cuatro hijos, digo. La universidad de los cuatro hijos.