El seísmo político estadounidense

Expiación de los medios en EEUU

La prensa y las grandes cadenas dejaron que la verborrea de Donald Trump tapara la campaña de Hillary Clinton

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante una reunión en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca en Washington

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante una reunión en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca en Washington / periodico

ALBERT GARRIDO

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Un estudio bastante riguroso estima que solo uno de los 70 diarios más importantes de Estados Unidos apoyó abiertamente a Donald Trump durante la campaña electoral, una situación que no impidió la victoria del republicano. Un cálculo hecho a raíz de las informaciones relacionadas con Trump servidas por las grandes cadenas de televisión estima que el empresario se ahorró 3.000 millones de dólares en publicidad gracias a la generosa difusión de sus exabruptos, de forma que Fox News fue el único operador de ámbito nacional que apoyó con entusiasmo al millonario, pero sus competidores fueron eficaces instrumentos de propaganda. En busca de la audiencia, la prensa y las televisiones anduvieron prestas en pos de las declaraciones de Trump y cultivaron poco algo tan típico del periodismo anglosajón de calidad como la comprobación de los hechos (factcheck).

EL RUIDO DE LA DEMAGOGIA

En un régimen de opinión pública como el estadounidense, donde el periodismo desempeña siempre un papel fundamental, el resultado de todo ello ha sido desastroso. Mientras el equipo de Trump simplificó los problemas hasta la mera caricatura a través de las redes sociales, el sistema tradicional de medios se convirtió en el altavoz de las ocurrencias del aspirante con pocas incursiones en la validación de los datos. Más que ahondar en la tradición deliberativa de la república, se entregó a la superficialidad efectista de los eslóganes en primera página (para la televisión, en la apertura de los noticiarios). Claro que aquí y allá surgieron voces que alertaron, pero fueron insuficientes para neutralizar el ruido ensordecedor de los demagogos, 

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La agresividad de Trump con los medios tradicionales o convencionales, especialmente los de perfil liberal, no debe llevar a engaño: su enfado con ellos no se debe a que no le fueran útiles en su estrategia de propaganda, sino a que no soporta la crítica, la disidencia, las voces discrepantes.

Los medios son conscientes, en cambio, de que se dejaron arrastrar por la estrategia de un outsider y desde el 8 de noviembre viven un periodo de expiación. Aun siendo cierto que la revolución digital ha reducido mucho su influencia, las cabeceras y cadenas de referencia no pueden soslayar que demasiadas veces la verborrea de Trump tapó la campaña de Hillary Clinton sin motivos que los justificaran (se impuso la lógica de los reality show).

LA MIRADA SE DIRIGE AL WATERGATE

Así es cómo la posverdad corrompe la democracia y deja sin sentido el vaticinio de John Milton: en una pelea limpia y justa, la verdad vence siempre a la mentira. El único instrumento para desarmar los hechos alternativos --entiéndase falsedades-- es dejarlos en evidencia al enfrentarlos con la realidad. La historia del periodismo tiene en Estados Unidos un gran ejemplo que resalta el poder de los hechos probados: el caso Watergate, que obligó a Richard Nixon a dimitir después de levantar un muro de mentiras para ocultar sus turbios manejos. ¿Sigue vigente el papel que entonces tuvieron los grandes medios?