¿Cuántos Messis hay?

Messi, en una jugada de ataque, perseguido por Saúl y Carrasco en el Calderón.

Messi, en una jugada de ataque, perseguido por Saúl y Carrasco en el Calderón. / periodico

DAVID TORRAS

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Cada día cuesta más hablar de Messi incluso cuando no ha sido el mejor Messi. Decir algo que no se haya dicho. Todo se agota: los elogios, las metáforas, las onomatopeyas, los gestos de admiración, las manos en la cabeza, la cara de incredulidad, el mirarse unos a otros buscando complicidad, como si necesitaremos saber que hemos visto lo que hemos visto y que, sí, que lo ha vuelto a hacer, como el gol del Calderón o la falta al larguero o los zigzags que solo acaban cuando llega el hachazo, que con el Atlético siempre llega. 

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Todo se agota menos él, capaz de ser siempre el mismo y siempre diferente. ¿Cuántos Messis hemos visto ya? O mejor. ¿Alguna vez hemos visto dos veces al mismo Messi? No. Parecido, sí, pero igual nunca. No hay dos Messis iguales ni siquiera dentro de un mismo partido. Y ahora más que nunca, convertido en un futbolista que exige inventar una palabra para explicar lo que hace. Porque ¿de qué juega Messi? Quién lo sabe. En Madrid les gusta decir ahora que Leo juega de Di Stéfano. Qué cosas. Igual sí. Pero no.

De Suárez cuesta menos hablar por más que también merezca que se hable de él con entregada admiración. No es Messi, claro que no. Nadie mejor que él lo sabe, rendido como está a los pies del 10, enganchados día y noche en una relación que les ha reforzado a los dos. Pero es el mejor 9 del mundo y el único que ha conseguido que Leo sonría más cuando le regala un gol que cuando lo marca él. Suárez se vistió de Ronaldo, no de Cristiano, del imparable Ronaldo Nazario de Lima, y como él partió en dos el muro del Cholo. Golazo. Golazo. Golazo.

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Parecía todo hecho, pero el que se partió fue el Barça y acabó sufriendo un vendaval bajo un descontrol terrible y una larga lista de errores. Aguantó, con suerte, que en el Calderón no es fácil. Y menos cuando el Atlético recupera lo que es, y no lo que el Cholo ha intentado que sea, un ejército y no una orquesta, y sale al cuerpo a cuerpo. Con todo. Sin manías. Tampoco las tuvo el Barça a la hora de defenderse. Ni manías ni fútbol. Era una noche para sobrevivir. Pero la sensación es que así es más fácil acabar muriendo.

Simeone es de los que suele decir las cosas como si no quisiera decirlas. Pero no habla por hablar. Por ejemplo, cuando le preguntaron por el uso de la tecnología a propósito del gol (no fantasma) y vino a decir que estaría bien pero que se hablaba de ello porque estaba el Barça por medio. O el Madrid. Siempre en ese papel de víctima, del que se siente maltratado frente a los dos grandes. Pues sera casualidad, pero en los partidos más decisivos frente al Barça ya le ha ido bien que solo pitara el ábitro. Ganó una Liga en el Camp Nou con un gol mal anulado, ignoraron un penalti de Gabi en el último minuto en la eliminatoria de Champions la pasada temporada y esta vez dejaron pasar una falta a Suárez en el gol de Griezmann. Así que no le ha ido mal que a los árbitros les falle la vista y no haya un ojo de halcón que los corrija. Quejas, las justas. 

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