Giro en la izquierda, inquietud en la derecha

JOSÉ ANTONIO SOROLLA

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La victoria de Benoît Hamon, representante del ala izquierda del Partido Socialista (PS), en la segunda vuelta de las primarias significa una impugnación total de la política de François Hollande y Manuel Valls por parte de los militantes y simpatizantes que acudieron a votar, unos dos millones, bastantes menos que en el 2011 y la mitad que en la elección del candidato de la derecha, François Fillon. Es una bofetada a la política del Ejecutivo socialista porque Hamon, que dejó el Gabinete en agosto del 2014, ha formado parte del grupo de diputados 'frondeurs' que se abstuvieron o votaron en contra de las reformas más importantes de Hollande y Valls y que estuvieron a punto de presentar una moción de censura contra su propio Gobierno. Ahora, en las primarias, se han enfrentado las dos izquierdas que Valls calificó de “irreconciliables” y que en el fondo lo son, aunque ahora proliferen los llamamientos a la unidad.

El giro a la izquierda no solo no facilitará la unidad en un partido fracturado, sino que puede significar el suicidio del PS tal como lo refundó François Mitterrand en el congreso de Epinay en 1971. La victoria de Hamon puede beneficiar, paradójicamente, al liberal Emmanuel Macron, el ministro de Economía que sucedió en el cargo al izquierdista Arnaud Montebourg hace dos años y medio, encabezó la política económica social-liberal y posteriormente abandonó a Hollande para presentar su candidatura al Elíseo por libre bajo la consigna de ni izquierda ni derecha. Dirigentes socialistas del ala más centrada han manifestado ya que apoyarán a Macron si las expectativas del PS siguen siendo tan bajas (Hamon recogía un 7% de los votos, según una encuesta publicada hace diez días) y el candidato sin partido se convierte en la única alternativa real del centroizquierda.

EMPLEO FICTICIO

Todo puede cambiar, sin embargo, por las repercusiones del escándalo que afecta a Fillon y a su mujer, acusada por el semanario 'Le Canard Enchaîné' de haber cobrado medio millón de euros por un empleo ficticio de asistente parlamentaria de su marido entre los años 2005 y 2007 y otros 100.000 euros por un supuesto trabajo en una revista. Desde que el miércoles saltó la noticia, el escándalo no ha hecho más que aumentar y ayer mismo otros medios relacionaron a Fillon con cobros irregulares (21.000 euros) de fondos del Senado. La fiscalía financiera ha abierto ya una investigación y Fillon ha cometido el error de anunciar que renunciará a la candidatura si es imputado. Es difícil que ocurra por los plazos, porque en Francia contratar familiares es legal siempre que los trabajos sean reales y será complicado demostrar que el empleo era ficticio, pero con su arriesgada promesa Fillon no se pone solo en manos de la opinión pública, sino también de los jueces.

Los Republicanos cerraron filas ayer con un mitin de 15.000 personas en París, pero el escándalo no está ni mucho menos controlado. Si Fillon tuviera que renunciar, se abriría un abismo en la derecha y Marine Le Pen, que debe estar regocijándose con todo lo que está ocurriendo, tendría más motivos para ver pasar los cadáveres de sus enemigos.