MIRADOR
Mucho ruido y pocas nueces
El referéndum no va de democracia, sino de provocar la intervención coercitiva del Estado
Quien no está contento es porque no quiere. La conferencia del Govern en Bruselas fue un notable fracaso en cuanto a lograr complicidades en la UE, entre los estados miembros y en los medios internacionales. El trío formado por Puigdemont, Junqueras y Romeva no consiguió gran cosa a favor del referéndum. Solo fueron 27 eurodiputados, incluyendo a los independentistas catalanes. Acudieron los habituales parlamentarios flamencos, eslovenos, vascos, lituanos, etc. Una asistencia testimonial teniendo en cuenta que la Cámara europea se compone de 751 representantes. La máxima representación diplomática fue la embajadora de las Islas Feroe, un territorio autónomo que pertenece a Dinamarca pero que no forma parte de la UE.
En las fotos que se difundieron llamó mucho la atención un entusiasta personaje vestido con un atuendo tuareg que parecía el rey mago Baltasar. Ahora sabemos que es el portavoz de una organización armada que busca la separación de una región de la República de Mali, en África occidental. El proceso se está quedando con referentes cada vez más extraños. Lo importante es que nadie quiso recibir al 'president' y su séquito. En los medios de comunicación internacionales, al día siguiente, el asunto no apareció ni tan siquiera en aquellos diarios en los que la Generalitat había pagado anuncios. El eco ha sido muy escaso en un momento en el que hay tantos canales de información.
Y sin embargo, para los políticos independentistas la conferencia fue un éxito porque lograron llenar una sala de 350 personas, básicamente con catalanes de aquí y de allí. Europa ha tomado nota, dicen para consolarse. El separatismo está instalado en una burbuja propagandística que afecta a buena parte de la sociedad catalana. La prueba es que, antes de la conferencia, muchos medios compraron el titular surrealista según el cual el Parlamento Europeo había “contraprogramado” a Puigdemont con una recepción al cuerpo diplomático. Tuvo que salir su portavoz, el catalán Jaume Duch, para reprender al eurodiputado convergente Ramon Tremosa y exigirle que no manipulara los hechos: se trataba del encuentro anual con los embajadores acreditados en Bruselas convocado hacía tiempo.
A Puigdemont la conferencia no le ha servido para recoger nueces en el exterior, pero ha logrado armar mucho ruido en Catalunya. Ha sido otro acto de propaganda financiado con dinero público. La única ventaja es que ahora ya nadie puede llevarse a engaño: el choque es inevitable. El separatismo ha ido demasiado lejos y no va a rectificar, aunque Junqueras prefiriera ahora mismo intentar otra cosa. Una vez se aprueben los presupuestos, empieza la cuenta atrás. La duda sobre el voto final de los anticapitalistas está ya despejada. Ni Junts pel Sí ni la CUP pueden permitirse otro fracaso. El bloque separatista, en lugar de sacar conclusiones de la derrota en su “plebiscito” el 27-S, ha elegido la vía de socializar el “conflicto”. El referéndum no va de democracia, sino de provocar la intervención coercitiva del Estado para poder jugar en mejores condiciones una segunda vuelta.
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