Los objetivos de las cuentas públicas

La margarita de los presupuestos

En momentos de tanta desigualdad se necesita una clara apuesta económica por la inversión social

TERESA CRESPO

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Con los presupuestos de la Generalitat parece que se está jugando a deshojar la margarita y la duda nos ahoga cada vez más a medida que se agotan los pétalos por arrancar. Hemos escuchado muchos argumentos a favor y en contra de la aprobación de los que ha presentado el Govern y la mayoría de ellos están cargados de buenas razones, pero quisiera apuntar algunas reflexiones que me llevan a desear que el último pétalo le corresponda al 'sí'.

Llevamos dos años sin presupuesto, durante el 2016 hemos tenido uno prorrogado y ello ha significado que no habido modificación de las partidas económicas, y que por lo tanto no se han producido cambios significativos en la acción de gobierno. Lo cual nos ha llevado a un cierto inmovilismo que no ayuda al crecimiento necesario para una salida de la crisis real y generalizada. Desde la óptica de las políticas sociales, quiero hacer unas constataciones en este sentido. 

1. En marzo del 2016 se celebró un pleno parlamentario sobre la emergencia social y la reactivación económica, y en esta sesión se acordaron 273 medidas a desarrollar urgentemente. Algunas hacían referencia a becas comedor, mejora de la Renta Mínima de Inserción, creación de escuelas infantiles y acciones para una mayor calidad de la enseñanza (especialmente en las escuelas más desfavorecidas), planes en los barrios para conseguir una mayor equidad, mayor inversión en servicios vinculados a la ley de dependencia, acciones contra la pobreza energética y la exclusión habitacional… En resumen, un conjunto de propuestas que no hemos visto realizadas porque, en la misma sesión, el Govern advirtió de que casi el 40% de las mismas quedaban condicionadas a la aprobación de los presupuestos.

2. Hace tiempo que se viene reclamando una revisión de nuestra fiscalidad: un aumento de impuestos como el de sucesiones y donaciones –o, cuando menos, la recuperación de lo que se recaudaba con ellos–, una revisión de los tramos del IRPF y la creación de nuevas tasas. Pero como no se llega a consensuar un presupuesto que evidencie la necesidad de incrementar los ingresos para llevar a cabo una mayor inversión social, todo queda igual y no se asume la urgencia de la revisión de nuestra fiscalidad, que se deja a la espera de una nueva etapa política.

3. Llevamos años hablando de la Renta Garantizada de Ciudadanía. En la anterior legislatura quedó en fase de discusión parlamentaria y se tachó de inviable por no disponer de suficientes recursos. En el presente mandato se está discutiendo de nuevo su viabilidad en comisiones parlamentarias y, una vez más, el presupuesto es el mayor escollo en la negociación.

4. El último informe de Oxfam Intermón, 'Una economía para el 99%', nos dice que España es uno de los países de Europa donde más han crecido las desigualdades y esa constatación, que nos avergüenza, no parece preocupar demasiado a algunos de los políticos que estos días discuten sobre las modificaciones de las partidas para incrementar el tan proclamado presupuesto social. Si no se cambian las prioridades, la tendencia que nos conduce a una sociedad cada vez más dual y fragmentada se consolidará y seguiremos teniendo la sensación de que se gobierna tan solo para una minoría privilegiada.

PACTO Y COMPROMISO

Por estas razones pido negociación, pacto y compromiso para lograr la aprobación de unos presupuestos que nos permitan dejar atrás las partidas del 2015 y abrir un nuevo escenario para el 2017. Necesitamos saber en qué hemos avanzado y qué acuerdos marcarán la nueva etapa; qué compromisos ha asumido el gobierno y cuáles los partidos. Nos gustaría constatar una mayor conciencia social que se traduzca en una clara voluntad de potenciar la inversión social para responder a las necesidades de la mayoría del pueblo de Catalunya.

Estoy convencida de que la clase política trabaja para el bienestar de la población y, en consecuencia, antepone los intereses de la ciudadanía a otros que, por lógicos y legítimos que sean, pueden esperar. Ante una sociedad vulnerable y en riesgo de fractura, no puede entenderse que sus representantes desoigan e ignoren situaciones de escasez y precariedad insostenibles.

Solo me queda confiar en esa capacidad de pacto de los catalanes para mantener la esperanza de que aún es posible un presupuesto que, a pesar de no entusiasmar a ninguna de las partes porque todas habrán cedido en algún aspecto, sea capaz de responder a las expectativas de los que menos tienen.