¡Démonos las lenguas!

Es un despropósito, o algo mucho peor, que un país que tiene cuatro idiomas oficiales no los ofrezca como opción generalizada de estudio en sus institutos y universidades

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LUIS MAURI

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Qué devastadora peste, esta demagogia permanente, especialmente ruin y peligrosa cuando sale a pasear del brazo del tribalismo/localismo. Lo nuestro, nosotros solamente. 'We first, us only us'. 'Allò que és nostre, nosaltres sols'. 

Es lamentable que el equipo de esa perturbación/amenaza llamada presidente Trump se haya estrenado eliminando de un plumazo la traducción en español de la web de la Casa Blanca. Deplorable, sí, pero que nadie se llame a engaño: el español no es un idioma oficial ni nacional en Estados Unidos. La Casa Blanca servía la traducción a los 55 millones de hispanohablantes que viven en el país. La buena voluntad política hacia esa colosal comunidad lingüística, la segunda de EEUU, se ha convertido de la noche a la mañana en miserable desprecio, la misma moneda que se gasta el flamante 'mister president' con las mujeres, los homosexuales, los científicos, los intelectuales, los periodistas y no hace falta que siga, ¿verdad?

CINISMO

La cancelación de la versión en español de la web presidencial estadounidense ha causado airadas manifestaciones de agravio en España. El Gobierno del PP, la sultana del PSOE: ¿Cómo se atreve usted, señor Trump? Reacciones razonables/legítimas... y también vergonzosamente cínicas.

¿Qué trato otorgan el Gobierno, las instituciones y los partidos españoles a los idiomas cooficiales del Estado? Punto arriba, punto abajo, el mismo que la Casa Blanca-Blanca de Trump le da al español en su web. Corrijo: el mismo no, sino uno bastante peor, porque si el español no es lengua oficial ni nacional en EEUU, el catalán, el euskera y el gallego sí son oficiales en España. Ojo, lo mismo sucede con el castellano en la web del Parlament y de forma menos radical en la de la Generalitat.

INSOLENCIA

Hay manifestaciones de irresponsabilidad política inadmisibles. Por ejemplo, los denodados esfuerzos para crear un problema/confrontación lingüístico allí donde no existe, como en Catalunya, donde después de años y años de malmeter en la calle, los parlamentos y los tribunales, ha de llegar de vacaciones un dirigente del PP andaluz para certificar en Facebook que el que dice que en las ciudades catalanas hay un conflicto lingüístico es un gilipollas. 

Oigan, tampoco es necesario haberse graduado en Georgetown o doctorado en SciencesPo para imaginar vías sencillas y asequibles para arreglarnos. Hay en el mundo unas 150 universidades que ofrecen estudios de catalán, según el Institut Ramon Llull. En Alemania hay 20. En el Reino Unido, otras 20. En EEUU, 20 más. En Francia 19 y 13 en Italia. ¿Saben cuántas hay en la España no catalanohablante? ¿Se atreven a apostar? Venga, si los alemanes tienen 20, aquí habrá por lo menos... siete. Sí, ustedes lo han leído bien y yo no me he equivocado al escribirlo: siete, una más que las seis que hay en Asia. El dato debería mover a la reflexión sobre la honestidad/credibilidad de algunas voluntades políticas, sobre la franqueza/vigencia de proclamas polvorientas, federalismo por aquí, plurinacionalidad por allá, nación de naciones al fondo a la derecha.

ABSURDO

No he hallado datos fiables sobre cuántos institutos españoles ofrecen la opción de estudiar algún idioma oficial además del castellano y del propio de la comunidad respectiva. Pero presumo que eso solo sucede en un puñado de centros ubicados en zonas de frontera lingüística. ¿Por qué absurda razón un país que dispone de cuatro idiomas oficiales no los ofrece como opción generalizada en sus centros académicos? No es de recibo el pretexto fácil de que no hay demanda. Tampoco las masas reclaman el latín. Uno, la demanda se estimula si hay voluntad. Dos, ofrézcase y atiéndase la demanda que buenamente surja. Y acabemos con esta anomalía antes de que llegue el siglo en que tanto en Navalcarnero como en La Fatarella y en Tombuctú la lengua vehicular educativa sea el inglés.

No hay más que ver la desidia/morosidad con que el Instituto Cervantes, encargado de velar por la promoción/difusión de la lengua y la cultura españolas en el mundo, trata a los idiomas oficiales españoles que no son el castellano. Si hasta el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, ha tenido que reclamarle (en el Senado, en diciembre pasado) que haga el favor de ocuparse del catalán, el euskera y el gallego. Alguien podrá sentirse tentado de aducir que algunas autonomías no quieren ser representadas por el Instituto Cervantes. Acertada o errada, esta alegación es fútil/improcedente: el Cervantes se debe (debería deberse) a ello, con independencia del criterio de los gobiernos autónomos.

En fin, ¿tiene arreglo esto? El reto político que se encara con racionalidad/honestidad/empatía/sentido de Estado tiene arreglo. Y el que no, no.