IDEAS

El padre Scorsese

Un fotograma de 'Silencio' de Martin Scorsese.

Un fotograma de 'Silencio' de Martin Scorsese. / periodico

RAMÓN DE ESPAÑA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Igual es una manía mía, pero tengo la impresión de que, con la edad, a Martin Scorsese se le está poniendo cara de cura católico, de la misma manera que a Woody Allen y Bob Dylan cada día les veo más pinta de rabino. Ayuda el hecho de que, en su juventud, el cineasta neoyorquino pasara por el seminario y estuviese a punto de ordenarse sacerdote. Siempre creí que eso le había servido para fabricarse una visión moral de la existencia, pero después de tragarme su última película -que más bien parece a menudo un sermón-, empiezo a tener mis dudas.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"'Silencio' es\u00a0","text":"'Silencio' es\u00a0un\u00a0confuso serm\u00f3n\u00a0que dura dos horas y 40\u00a0minutos y no alcanza ninguna conclusi\u00f3n"}}

Hubo una época en la que cada nueva película de Martin Scorsese constituía una alegría para el cinéfilo, pero de eso hace ya mucho tiempo. Creo que la última obra suya que disfruté fue 'Bringing out the dead', con guion de Paul Schrader, el hombre, por cierto, que ya le había escrito dos de sus mejores largometrajes, 'Taxi driver' y 'Toro salvaje', y con el que formó un insuperable dúo de atormentados, católico el uno y calvinista el otro. A partir de 'Gangs of New York', que se me antojó un ladrillo y, sobre todo, un proyecto fallido, empecé a perder la fe en mosén Scorsese, quien desde entonces se ha limitado a facturar una serie de encargos más o menos bien resueltos que oscilaban entre el aburrimiento puro y duro ('El aviador') y los chispazos aislados del viejo genio ('El lobo de Wall Street').

Como los rockeros que dan lo mejor de sí antes de los 40, Scorsese no ha envejecido bien y, sobre todo, ha perdido aquella sensación de urgencia narrativa y moral que desprendían sus obras de juventud. Por eso me animó la noticia de que pensaba adaptar al cine la novela de Shusaku Endo 'Silencio', sobre las desventuras de dos jesuitas portugueses en un vetusto Japón en el que el cristianismo era perseguido con saña. Sonaba a uno de esos proyectos personales en los que el director va a echar el resto, pero lo que ha acabado saliendo es una película larga y morosa que no conmueve en ningún momento y en la que la supuesta trascendencia se intuye, pero nunca llega a entenderse del todo.

'Silencio' es un confuso sermón que dura dos horas y 40 minutos y no alcanza ninguna conclusión que haga al espectador diferente de cómo era antes de iniciarse la proyección. Había más trascendencia en el Henry Hill de 'Uno de los nuestros' que en el aburrido padre Gutierres, francamente.