CITA EN LA CÁMARA ALTA
Conferencia de Presidentes: instrucciones de uso
La Conferencia debe dejar de ser una cita extraordinaria para convertirse en una referencia constante de las relaciones entre gobiernos en el sistema autonómico
Eduard Roig Molés
Eduard Roig MolésProfesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona y analista de Agenda Pública
Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona y analista de Agenda Pública
EDUARD ROIG MOLÉS
La Conferencia de Presidentes es noticia por sí misma, y eso denota su mal funcionamiento. Los órganos análogos en otros países federales (existen en prácticamente todos ellos) se reúnen ordinariamente entre una y cuatro veces al año, y la noticia, en su caso, son los acuerdos o las conclusiones de esas reuniones. Lo mismo sucede con el Consejo Europeo, una institución muy similar en su sentido y función.
Cuando en el año 2004 el presidente Rodríguez Zapatero convocó la primera conferencia, su misma celebración supuso un paso adelante, tras un período de tensión institucional muy considerable entre Estado y Comunidades Autónomas. Pero una vez creada, la conferencia se ha convertido en una especie de juguete que nadie sabe muy bien para qué sirve ni cómo funciona. Dos muestras de ello son que su periodicidad que debía ser anual se ha convertido en una por legislatura; y que ni el mejor concursante de 'Pasapalabra' acertaría con alguno de los acuerdos adoptados o los temas discutidos en sus cuatro ediciones anteriores. Reunir a las 20 personas con mayor representatividad y poder políticos del país debería ser más fácil y más efectivo.
NO ES UN ÓRGANO DE COOPERACIÓN INSTITUCIONAL
Las razones de esta situación son variadas. En primer lugar la convocatoria la asume el presidente del Gobierno, cuando quiere; y su carácter de facto extraordinario la convierte en un test de su capacidad para alcanzar acuerdos, lo que lleva a orillar los temas más comprometidos (y de mayor interés político) y buscar, con cierta ansia, aspectos en los que sea posible el acuerdo unánime que evite un fracaso político. En segundo lugar, la conferencia es un ámbito de relación entre partidos distintos y por lo tanto la confrontación partidista está en su propia naturaleza (o el acuerdo, cuando existe), lo que dificulta adicionalmente abordar aspectos centrales del debate político. En tercer lugar, las CCAA observan la Conferencia como una iniciativa del Presidente del Gobierno y no como una institución propia, que orientar e impulsar según sus prioridades políticas. Y, por último, la Conferencia está fuertemente aquejada de autismo institucional, pues su relación con las numerosísimas reuniones e iniciativas de cooperación sectorial entre el estado y las comunidades es casi inexistente.
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En suma, la Conferencia de Presidentes se convierte en una cita política que superar más que en un instrumento de cooperación institucional; una cita que llenar de contenido jurídico-administrativo (los acuerdos), más que un instrumento para avanzar en la discusión y resolución de los conflictos e iniciativas políticas entre los gobiernos estatal y autonómicos .
IMPULSO DEL ACUERDO SECTORIAL
Frente a ello, una Conferencia de actividad más continuada y, sobre todo, más vinculada a la realidad de las relaciones diarias entre las administraciones, diluiría algunos elementos de tensión política, dotaría al sistema de un muy necesario motor de impulso del acuerdo sectorial y de desbloqueo de cuestiones complejas y podría asumir con mayor naturalidad la existencia de ámbitos de desacuerdo que, sin embargo, serían susceptibles de discusión en la reunión. No en vano la mayor parte de entidades similares del derecho comparado no adoptan “acuerdos” sino “conclusiones”, en las que caben tanto aspectos de completo acuerdo como otros más matizados y también algunos de claro desacuerdo.
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Lo esencial es que la Conferencia de Presidentes no deba empezar a buscar su objeto cada vez que la convoca el Presidente del Gobierno, sino que en el trabajo diario de las administraciones estatal y autonómica se identifiquen aquellos aspectos que necesitan de impulso político o de resolución de conflictos enquistados, y tales aspectos se inscriban, cuando corresponda, en el orden del día de la siguiente Conferencia. Y que, además, esta asuma con naturalidad su carácter de encuentro periódico de líderes políticos que debe dejar espacio para la libre discusión de las cuestiones de actualidad, exista o no acuerdo sobre ellas.
Por último, igualmente importante es que la Conferencia fije deberes y orientaciones para las posteriores reuniones sectoriales de los consejeros y ministros: del mismo modo que estos se someten en su acción diaria a las instrucciones de su presidente y le remiten las cuestiones de mayo calado político, los órganos comunes de ministros y consejeros necesitan de esa instancia de dirección. La Conferencia debe dejar de ser una cita puntual y extraordinaria para convertirse en una referencia constante de las relaciones entre gobiernos en el sistema autonómico.
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