Dos miradas
La ceremonia
La ausencia de artistas de relieve en la fiesta de la llegada de Trump a la Casa Blanca es el síntoma de tiempos oscuros
Josep Maria Fonalleras
Escritor
JOSEP MARIA FONALLERAS
Sigo con interés los preparativos de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos y de los espectáculos adyacentes a la misma. La ceremonia, que se presenta con una gran carga simbólica, parece que tiene serios problemas logísticos, porque muchos artistas que han sido contactados por el equipo del presidente electo han rechazado la invitación. Algunos han dicho que, simplemente, preferirían no estar ahí, otros se han opuesto con vehemencia y Elton John debe pensar que ya hizo suficiente con su entristecida interpretación al piano en el funeral de Lady Di. El hecho es que, hoy por hoy, Trump tiene asegurados un coro mormón, una delegación (no todas, sino algunas voluntarias) de las famosas The Rockettes de Nueva York y una joven cantante de ópera que no es exactamente cantante de ópera sino que quedó segunda en una edición del concurso de televisión 'America’s Got Talent'.
Comparar este reparto de segunda fila con Beyoncé o Aretha Franklin –que cantaron el himno en las ceremonias de Obama– es demoledor, pero aún lo es más si pensamos en aquella actuación mítica de Bruce Springsteen y Pete Seeger, hace ocho años, ante la estatua de Lincoln, un enero glacial. 'This land is your land' fue entonces el estallido de esperanza de unos nuevos tiempos. Ahora bailarán ahí, congeladas, las coristas del Radio City Music Hall. Notas a pie de página que son síntomas y signos de tiempos oscuros y antiguos.
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