Regalo de Reyes
Por una vez al año, Luis Enrique y sus jugadores permiten que los niños se acerquen a ellos; es una concesión local a un club cada vez más global
Una vez al año, Luis Enrique y sus jugadores trasladan su lugar de trabajo al Mini Estadi y permiten que durante un rato unos cuantos centenares de niños que sueñan a menudo con ellos les puedan ver de cerca. Incluso, si tienen suerte, puede ser que se lleven un autógrafo a casa. Es la concesión local que se permite un club cada vez más global: dejarse ver.
No hace tanto de aquellos entrenamientos en La Masia, un campito que ahora es un aparcamiento y que no tenía ni siquiera las medidas reglamentarias de un campo de fútbol. Dicen los que saben que no era un espacio digno de un club profesional de la altura del Barça, pero cuando el acceso a los futbolistas se ha convertido en la excepción tanto para aficionados como para periodistas, es inevitable recordar aquel trozo de césped imperfecto con un punto de nostalgia.
Eran otros tiempos, cuando había pocos turistas, sólo algunos curiosos y el club no había descubierto que podía ganar mucho dinero con algo llamado Tour Experience. La ciudad vivía con normalidad que ahí, al lado de esa zona universitaria, se entrenaran las estrellas del Barça.
CUANDO RONALDINHO EMULABA A ROCKY
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Los estudiantes aprovechaban el descanso entre clase y clase para escaparse a ver aquel entrenamiento. Si coincidía con un festivo, podías ver comentar la jugada a jóvenes del fútbol base, entre ellos a Bojan, por ejemplo. Fue allí donde el hermano de Ronaldinho comentó una mañana que el club quería renovar a su hermano de manera vitalicia.
Y también fue allí, a unos metros, donde el brasileño hizo un último intento de volver a ser él. Los que se ilusionaron de nuevo, no deben haber olvidado aquellas imágenes de Ronaldinho emulando a Rocky, subiendo aquella rampa al lado de Juanjo Brau. Los más veteranos seguro que recuerdan miles de anécdotas de épocas anteriores, con Cruyff, o Stoichkov, o Romario de protagonistas.
UN DÍA EXCEPCIONAL
Durante estas fechas, los curiosos y aficionados pasaban de ser una veintena a un par de centenares, los padres aprovechaban las vacaciones escolares para regalar a sus hijos la ilusión de ver entrenar a sus ídolos. No se recogían entradas reservadas con antelación, simplemente se levantaban y se acercaban hasta el campo de La Masia.
Las instalaciones de ahora son mucho más profesionales, y tanto jugadores como staff técnico trabajan con la discreción que necesitan. Para unos y otros, la relación de este martes es excepcional. No es que se entrenen con público sino que se trata de simular un entrenamiento: unos rondos, unos ejercicios de cara a la galería y un partidillo final, donde esperemos que Messi haga muchos goles. Y así empezarán las crónicas.
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