EL RADAR
Él es una princesa
El proceso de socialización de género en la escuela es brutalmente cruel: a las niñas se las encierra en un mundo de color rosa y a los niños se les prohíbe ser como ellas
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
JOAN CAÑETE BAYLE
"Os voy a explicar lo que me molesta y me enfada. Que os burléis, que digáis cosas feas, que uséis palabras bonitas como insulto, que escribáis cosas feas de mí y sobre todo que os riáis de mí". Esta es la demoledora carta que un niño de 9 años escribió a los compañeros que se burlan de él, lo humillan y lo marginan de forma diaria. Su delito fue presentarse en una actividad escolar disfrazado de princesa.
El caso lo ha denunciado el Observatori contra l’Homofòbia como un ejemplo de que el acoso escolar homófobo se ha convertido en la tercera situación por la que más denuncias recibe. "Todas estas cosas me hacen sentir mal, triste, enfadado y solo. Siento que no tengo amigos, ni amigas y no me gusta. Querría ser amigo vuestro y que me tratéis bien. Me ayudaría a sentirme mejor", dice el niño en su carta. Desolador. Indignante.
IDENTIDAD DE GÉNERO
El proceso de identificación por género en la escuela, entre niños y niñas es brutalmente cruel. En el patio de la escuela, los roles de niños y niñas están muy marcados y al diferente se le suele castigar por mucho que profesores y padres se esfuercen en inculcar mensajes diferentes. Si en P-3 un niño se presenta con trencitas en el pelo o las uñas de las manos pintadas con esmalte multicolor, muchos de sus compañeros querrán imitarlo. Tal vez en P-4 y seguro en P-5, muchos de esos mismos compañeros, niños y niñas, se reirán de él. Ahí es cuando ellos suelen copar el patio con sus carreras alrededor de un balón.
La responsabilidad, por supuesto, no es los niños. "Desde pequeños se nos ha inculcado que las mujeres se maquillan y que a los hombres les gusta el mundo del motor. Pero, ¿qué hay de natural en estas construcciones de identidad? Sinceramente, pienso que la identidad de cada persona no tiene que estar supeditada a su sexo. Tenemos que ser libres de actuar según nuestra identidad de género y no vernos atrapados dentro de la identidad sexual", reclama Alba Maresma, de Barcelona.
Los estereotipos de género aplicados a la infancia están en todas partes, empezando por las películas de princesas y guerreros, siguiendo por las series de dibujos animados y acabando, por supuesto, con los juguetes. En estas fechas navideñas, la publicidad (en televisión, en catálogos, en la misma decoración de las tiendas) tiene un evidentecomponente de género. Rosa y azul. Muñecas y coches. Cocinas y balones.
LIBERTAD DE ESCOGER
"Si desde pequeños les hacemos entender que una bicicleta azul es para niños y una rosa, para niñas; que las cocinas son paras las niñas y los coches para los niños; que jugar con muñecos a papá y mamá es solo cosa de chicas, no les estamos mostrando la realidad. Estas divisiones hacen que los niños pienses que eso es lo correcto y, lo que es aún peor: los privan de ser libres para escoger", denuncia Sandra Díaz, de Barcelona. "Y en medio de la violencia injustificada contra las mujeres, veo a mi hijo de 4 años, que me dice ‘Mamá, esto no me gusta porque es de chica’, y después veo los dibujos animados con una actitud crítica y me encuentro con el bombardeo machista al que están expuestos. Y no puedo imaginar que mi hijo en un futuro y pese a la educación igualitaria que pienso que le estoy dando, pueda convertirse en un ser así", expresa su preocupación, Lorena Juárez, de Madrid.
Esta presión es a la que sometemos a nuestros hijos y la que ellos después reproducen en la escuela. Las niñas sufren su carga de machismo, la que las estereotipa y encierra en un delicado mundo rosa. Los niños también sufren su parte de presión, la que les obliga entre otras cosas a no ser como niñas o comportarse como se supone que lo hacen ellas. Los niños no se hacen trenzas. Los niños no se pintan las uñas. Los niños no llevan ropa rosa. Y no lloran. Y no pueden ser princesas. ¿Por qué no? Tal vez los padres debamos empezar a decir a nuestros niños y niñas que el rosa es nuestro color favorito.
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