El nuevo escenario internacional y el cambio climático

¿Un elefante en la cacharrería de la energía?

Pese a la llegada de Trump, existen pocas dudas de que, a nivel global, la eficiencia y las renovables tienen un brillante futuro

Chimenea en la central térmica de Merrimack, en Bow (Nuevo Hampshire, Estados Unidos).

Chimenea en la central térmica de Merrimack, en Bow (Nuevo Hampshire, Estados Unidos). / periodico

MARIANO MARZO

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En el mundo de la energía, las previsiones a medio y largo plazo resultan muy aventuradas. Estamos hablando de un sector en el que el viejo chascarrillo que afirma que "la prospectiva es el arte de decir qué va a pasar y después explicar por qué no sucedió" viene como anillo al dedo. Algo que la International Energy Agency (IEA), el organismo asesor en materia energética de la OCDE, puede certificar por propia experiencia.

Por ejemplo, en el 2010, la IEA advertía a los consumidores que “la era del petróleo barato había acabado” y que un “velo de incertidumbre” se extendía sobre la seguridad energética global a causa de una demanda creciente y una oferta menguante. Sin embargo, en un informe del pasado febrero sobre las perspectivas a medio plazo del mercado del petróleo para el periodo 2016-2021 (Medium Term Oil Market Report) el mensaje transmitido por el organismo citado era muy diferente: prepárense (con permiso de la geopolítica) para un prolongado periodo (probablemente hasta bien entrado el 2017) de precios bajos y sin limitaciones significativas de suministro. Obviamente, en el 2010, las modelizaciones de la agencia no podían prever que cuatro años más tarde Arabia Saudí forzaría a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a imprimir un giro copernicano a su política de precios.

LAS PREVISIONES ENERGÉTICAS GLOBALES

De manera similar, en la elaboración de su informe anual de referencia (World Energy Outlook, 2016), la IEA no podía contemplar en sus escenarios a futuro las consecuencias de una victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses. Un acontecimiento que podría tener un gran impacto sobre las previsiones energéticas globales de la IEA, particularmente si consideramos que en su análisis, presentado a mediados de octubre, la Agencia afirma que en el próximo cuarto de siglo las energías renovables, como la solar y la eólica, junto al gas natural, eclipsarán el papel dominante que hasta la fecha habían desempeñado el carbón y el petróleo a la hora de satisfacer la creciente demanda global de energía. Una transición hacia el uso de combustibles más limpios que para la IEA constituye una señal inequívoca del cambio propiciado por el fenómeno del calentamiento global.

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Todavía habrá que esperar algunas semanas para despejar la incógnita del impacto que el  presidente electo de los EEUU podría suponer para el desarrollo de la política internacional sobre cambio climático acordada en París a finales del año pasado. Sin embargo, la primera impresión no invita al optimismo. El futuro presidente ha dejado meridianamente claro su posicionamiento en contra del acuerdo de París, de modo que hay sobrados motivos para pensar que, incluso aunque los EEUU no se retiren formalmente del mismo, existe el riesgo de que la próxima Administración estadounidense deje de considerar como un asunto prioritario el cumplimiento de los compromisos contraídos con la firma del acuerdo. Este hipotético desinterés supondría un importante contratiempo por cuanto otros grandes países emisores podrían seguir el ejemplo, aduciendo el incumplimiento por parte de los EEUU para liberarse de sus obligaciones.

LAS EXPECTATIVAS DE LA UNIÓN EUROPEA

En cualquier caso, por lo que respecta a la UE, no cabe esperar que el advenimiento de Trump provoque un cambio sustancial de la política en materia de energía y clima. La UE ya estaba comprometida con la descarbonización de su 'mix' energético y de su economía mucho antes de que Trump oficializara su candidatura, de manera que el impulso ya alcanzado hace muy improbable cualquier retroceso o cambio de rumbo. Incluso en el hipotético caso de que algunos países miembros argumenten que no tiene sentido comprometerse en la lucha contra el cambio climático si el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo no lo hace.

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Otro aspecto a considerar es el de si la incertidumbre generada tras la elección de Trump puede traducirse en un retraimiento de las inversiones en eficiencia y energías limpias. Ciertamente, en los EEUU parece claro que las renovables deberán adaptarse a la nueva política energética de Trump que, aparentemente, pasa por derogar el Clean Power Plan impulsado por el presidente Obama y por priorizar la “independencia energética” del país, lo que podría significar una revitalización de la industria de los combustibles fósiles. Sin embargo, al margen de este posible contratiempo, existen pocas dudas de que a nivel global, la eficiencia y las energías renovables tienen ante sí un brillante futuro. Y EEUU no dejará pasar esta oportunidad.