Pederastia, impunidad y financiación
¿Deben seguir recibiendo fondos públicos las escuelas de una orden religiosa que ocultó durante décadas los abusos sexuales de varios profesores a sus alumnos?
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
El 'caso Maristas', el mayor escándalo de abusos sexuales de menores del que hay noticia en este país, empezó a ser desvelado el 4 de febrero pasado. Ese día, los reporteros Guillem Sànchez y J. G. Albalat firmaron en EL PERIÓDICO la primera entrega de un concienzudo, paciente y copioso trabajo de investigación. El día siguiente, María Jesús Ibáñez lograba la primera confesión de uno de los profesores pederastas denunciados, Joaquim Benítez: «Sí, lo hice. Pensé que vendrían antes a por mí».
En las semanas posteriores, Sànchez y Albalat consiguieron que confesara otro depredador de escolares, A. E: «No sé, a alguno puede ser, cuando venían a mi mesa a consultar, no sé... A alguno, sí». Un tercer profesor de los Maristas, A. F., acabaría admitiendo sus fechorías ante la cámara con la que había ido a su encuentro una de sus víctimas: «Era como si lo hiciéramos de crío a crío... Lo siento, chico, estoy súper arrepentido».
DIMENSIONES ESCALOFRIANTES
La investigación de este diario sacó a la luz un escándalo de dimensiones escalofriantes: 43 exalumnos y alumnos de dos colegios maristas de Barcelona y uno de Badalona han denunciado haber sufrido violaciones, felaciones, masturbaciones o tocamientos por parte de 12 profesores y un monitor de comedor cuando contaban entre 7 y 16 años de edad.
Estos crímenes fueron cometidos con total impunidad a lo largo de 30 años. Los criminales hallaban amparo en la cortina de silencio impuesta por la congregación religiosa. Los Maristas taparon sistemáticamente los abusos que se cometían en sus colegios, llegando incluso a presionar a algunas familias para evitar que denunciaran las agresiones. El honor de la institución por encima de la inviolabilidad de los niños encomendados a su magisterio, incluso a costa de ella. ¡Qué honor!
Hasta el 2011, el máximo riesgo al que se exponían los depredadores que trabajaban y violaban en las aulas de la congregación era el de ser trasladados de escuela. Colegio nuevo, cuerpos nuevos.
TRABAJO PREMIADO
La investigación de Sànchez, Albalat e Ibáñez acaba de ser distinguida con el premio Ramon Barnils. Pese al gratificante reconocimiento profesional, las conclusiones del trabajo de este diario dejan por fuerza un regusto amargo. De los 12 profesores denunciados, tres de ellos pederastas confesos, solo Benítez se sentará en el banquillo de los acusados. Los demás ni siquiera han sido investigados, los delitos de los que son acusados han prescrito.
Hay un debate jurídico y político sobre la conveniencia o no de alargar el plazo de prescripción del delito de pederastia. Pero más allá de esta discusión, sin el amparo de los Maristas este Palacio de la Pederastia no habría existido.
El caso Maristas señala responsabilidades penales (de los pederastas) y civiles (de la titularidad de los colegios), y también plantea una inquietud social: ¿Las escuelas de una institución que ocultó los abusos durante décadas deben seguir recibiendo fondos públicos? La palabra la tiene el Gobierno catalán, que, si sirve como indicador, solo ha accedido a presentarse como acusación en el caso al verse forzado por la oposición. Tarde y a regañadientes.
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