Pequeño observatorio
Una difícil partida de ajedrez
El ajedrez potencia la reflexión y la observación y exige un esfuerzo intelectual de gran complejidad
Josep Maria Espinàs
Periodista y escritor
JOSEP MARIA ESPINÀS
Ha sido una sorpresa agradable, para mí, que Miguel Illescas haya hablado de ajedrez. Como gran maestro internacional está perfectamente legitimado para hacerlo. Sorpresa, digo, porque si no me equivoco hacía mucho tiempo que el ajedrez había quedado 'fuera de juego' en el mundo de las actividades deportivas. Se comprende, quizá, porque son los deportes físicos los que dominan la actualidad y despiertan pasiones compartidas por millones de personas.
Aunque los deportes físicos tengan unos seguidores muy mayoritarios, en el mundo del ajedrez también hay pasión. Una pasión mental, si se puede llamar así. Un esfuerzo intelectual de gran complejidad, y tan intenso -las partidas duran horas- que lleva al cerebro a una presión durísima. Cada movimiento de una pieza supone un replanteamiento casi total de la situación del juego.
DE ORIENTE A EUROPA
La reina, los álfiles, los caballos, las torres y los peones no pueden dar ningún paso equivocado. Es un juego que educa y potencia la capacidad de observación y de reflexión. Desde niño jugué a menudo al ajedrez. Con una exigencia elemental, «Va, que te toca a ti», decíamos, y la impaciencia nunca ha sido amiga del acierto.
Parece que el origen del ajedrez está en la India, y de los países orientales pasó en Europa. ¡Esto ocurría hacia el año 570! Era un juego de los nobles, y no sé por qué motivo la Iglesia no lo veía bien. ¿Quizá porque el objetivo de los jugadores era matar a un rey?
Veo en la Enciclopèdia una referencia muy bonita: los 'Escacs d'amor' del siglo XV. Era un debate poético entre valencianos. Cada jugador escribía una estrofa para cada jugada: 64 estrofas -número de las casillas- de 9 versos. El juego poético ponía a prueba la habilidad versificadora de los autores.
El año en que nací, en 1927, los jugadores más famosos eran Capablanca y Alexandr. En este momento, Catalunya está jugando una complicada partida de ajedrez. Necesita torres, alfiles y peones.
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