Diez años de la convención de la ONU

La sociedad puede ser igualitaria, pero no es igual

Todos los niños necesitan ayudas. Los que precisan más y más especiales, las han de recibir sin penalización ni discriminación

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XAVIER PUIGDOLLERS

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¿Por qué? Es una pregunta muy habitual de los niños pequeños. ¿Por qué? Es una pregunta del adulto que no encuentra respuesta a un hecho que le incomoda. ¿Por qué? En el fondo, es la gran pregunta que nos hacemos todos en algún momento de la vida. ¿Qué sentido tienen tantas cosas? ¿Por qué las personas somos como somos? ¿Por qué somos diferentes?

Todas las personas, niños y adultos, somos iguales en derechos y dignidad. No debemos ser discriminados por motivos de raza, sexo, el idioma, la religión, la ideología, el origen nacional, étnico o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición del niño o de sus padres. Pero, en realidad, todos somos diferentes. Todas las personas tenemos nuestra propia forma de ser, de ver y vivir la realidad. Nuestra personalidad es única e irrepetible. La diferencia nos caracteriza y no nos debe perjudicar.

IGUALADOS CON LAS DIFERENCIAS

Los niños, al nacer, adquieren su personalidad y la van formando y fortaleciendo al crecer, con la ayuda de los padres, la familia, los educadores y el entorno social. De repente nos damos cuenta --y ellos se dan cuenta-- de que no todos son iguales, que tienen unas características que los hacen diferentes y que necesitan ayudas para ir avanzando. Todos hacen su camino. Todos deben llegar a vivir con plenitud su vida. Todos han de integrarse en la sociedad que los iguala con sus diferencias y donde todos aportan su característica.

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Todas las personas participan llevando su esfuerzo y trabajo. Entre todos y con cada uno se hace el conjunto. Nadie sobra ni falta.

Los niños deben disfrutar de todos aquellos elementos materiales y espirituales que precisen para llegar a la edad adulta con plenitud. No debe haber diferencias que les señalen. Algunos necesitarán unas ayudas, y otros, otras. Todos las necesitan y todos deben tenerlas. Los que necesitan más y más especiales, las deben recibir sin discriminación ni penalización. No son responsables de su personalidad, como tampoco lo son los que necesitan menos ayudas. Todos son niños con un futuro abierto y deben poder vivir en igualdad de condiciones.

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Ya sabemos que estructurar una sociedad que permita igualdad de oportunidades a todos sus miembros no es fácil, ni tampoco barato. Debemos trabajar para conseguir una sociedad abierta, que acoja a los niños y les dé la oportunidad de vivir con dignidad y con libertad.

PRINCIPIOS CLAROS

Estos días celebramos los diez años de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidades. Un texto de la ONU que, como la Convención de los Derechos del Niño y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, señala que todos los hombres, mujeres y niños son iguales en derechos y dignidades y que las sociedades y los estados tienen la obligación de respetarlos y no discriminarlos por ningún motivo. Si tenemos claros estos principios y estamos dispuestos a poner nuestro esfuerzo para que sean realidad, sin duda sabremos qué contestar cuando un niño o un adulto angustiado nos pregunte: ¿por qué?