Catalunya y la reforma de la Constitución

Hoy es más difícil renovar la Carta Magna, pero algunos asuntos son todavía más urgentes de resolver

Mariano Rajoy comparece ante el pleno del Congreso.

Mariano Rajoy comparece ante el pleno del Congreso. / periodico

JOAN TAPIA

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La reforma de la Constitución era más fácil en la primera etapa de Rajoy (2012-2013). El PP y el PSOE tenían una gran mayoría absoluta en el Congreso y bastaba una negociación a tres PP-PSOE-catalanistas. A cinco, incorporando al PNV y a IU. Y el independentismo catalán no había ido tan lejos.

Es cierto que entonces la gran obsesión de Rajoy era evitar el desastre económico y que la relación PP-PSOE era mala por la agresividad de la etapa de Zapatero, que empezó --no lo olvidemos-- con la gran discusión sobre la autoría del atentado de Atocha. Quizá lo principal fue que el PP no lo creía ni conveniente ni necesario. Ni se les debió ocurrir que, solo tres años después, la vicepresidenta debería abrir, con pompa y jabón, un despacho en Barcelona y tendrían que llamar a Enric Millo, antiguo portavoz adjunto de CiU, como delegado del Gobierno. Así son las cosas.

Y es cierto que ahora, aunque sigue conveniente crear una subcomisión en el Congreso para tratar del asunto, todo es mas difícil. La pragmática propuesta de Herrero de Miñón --que conviene recordar que en otro tiempo fue candidato a presidir el PP-- de una disposición adicional para Catalunya suena aún más asimétrica al haber más actores en juego.

El independentismo está más enrocado y Podemos quiere abrir la vía del derecho a la autodeterminación para más territorios. Y no se puede reformar la Constitución española contra el criterio del tercer grupo parlamentario y contra la opinión de la mitad de la población catalana. Entre otras cosas porque los padres de dichas posiciones (Jordi Solé Tura por el PCE-PSUC y Miquel Roca por CiU) tuvieron un papel muy destacado en la elaboración de la Constitución del 78, que tuvo más apoyo en Catalunya que en el resto de España.

No arreglaría nada una seria reforma constitucional que tuviera menos apoyos que entonces y tampoco serviría para resolver la crisis catalana. En la discusión del Estatut del 2006, y gran parte de la culpa --no toda-- fue del PP, se perdió una gran oportunidad para encauzar el asunto aunque fuera, como subraya Muñoz Machado, reformando por la puerta de atrás la Constitución. Porque no conviene olvidar que una Constitución es solo un muy solemne pacto político, no la Biblia, de antes de la reforma protestante, que solo tenía una interpretación posible.

EL REFERÉNDUM DE RENZI

En los últimos días, coincidiendo con su aniversario, se ha dicho que ahora no se puede reformar porque Podemos exigiría un referéndum que, como el de Renzi en Italia, podría salir mal. E Iglesias ha jaleado la tesis. Es una tontería, porque cualquier reforma que aborde algún aspecto sustancial deberá obligatoriamente ser de la modalidad definida como "agravada" y comportar, automáticamente, la celebración de un referéndum.

Hoy no se dan las condiciones para, de entrada, reformar la Constitución. Pero hay conflictos relevantes, como el catalán, que, incluso sin reforma, se debe empezar a resolver. Ese sería un buen cuaderno de trabajo para Soraya y su brigada Aranzadi. ¿Hay voluntad?