Tengamos la fiesta en paz
Llevados por su esporádico estajanovismo, alcaldes y concejales no deberían protestar solo el 12-O o el 6-D. ¿Por qué no el Primero Mayo o en Navidad?
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Las festividades son una convención social. Respondan a la historia, la religión o la tradición cultural, los días marcados en rojo nos permiten montar nuestra vida colectiva de modo más racional y confortable, con paréntesis de descanso como cesura del agotador calendario laboral. No se nos exige profesión de fe católica para celebrar la Navidad en familia. Tampoco visitar el cementerio el día de Todos los Santos. Ni ser catalanistas para festejar la Diada. Y menos abrazar con entusiasmo la sacrosanta Constitución a cambio de poder tomarnos un respiro el 6 de diciembre.
Pero, de un tiempo a esta parte, parece que en Catalunya ni las fiestas podemos tener en paz. Bajo la divisa 'Nada que celebrar', alcaldes y concejales catalanes hacen ostentación de un esporádico estajanovismo acudiendo a sus despachos oficiales en festivo y, cómo no, exhibiéndose con posado laborioso en las redes sociales. 'Nostrada' versión de la huelga a la japonesa solo convocada, eso sí, dos veces al año: el 12-O, Fiesta Nacional Española, y el 6-D, Día de la Constitución.6-D,
Para completar la patriótica hazaña sería menester que en tan señaladas fechas los ayuntamientos aprovecharan el alarde para agilizar expedientes aletargados y abrir las puertas al público, si es que este tuviera algún interés en lidiar con la burocracia municipal en su jornada de asueto. Pero, como quiera que los funcionarios anteponen su descanso y el apego al puesto de trabajo a esta política gestual, la gesta pierde algo de lustre.
PURÍSIMA DESOBEDIENCIA
La pretendida insubordinación de tales servidores públicos cobraría mayor significado si hicieran de cada festivo un campo de batalla. Podrían, por ejemplo, abrir sus despachos el Primero de Mayo en protesta por los despidos colectivos, también los que ejecutan sus propios partidos. O manifestarse cristianamente en Navidad contra la indulgencia de la Iglesia con sus pederastas. Y los más anticlericales hasta podrían trabajar este jueves, Inmaculada Concepción, sin otro afán que mejorar la vida de sus conciudadanos. Eso sí sería, en rigor, Purísima Desobediencia.
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