Al contrataque

Mi muerto, tu muerto

Los muertos merecen respeto, pero eso no debe estar reñido con la verdad

Mariano Rajoy conversa con Rita Barberá en un mitin en València en la campaña de las municipales del 2015.

Mariano Rajoy conversa con Rita Barberá en un mitin en València en la campaña de las municipales del 2015. / periodico

ANTONIO FRANCO

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Afortunadamente con Fidel Castro no se ha aplicado la doctrina Rita Barberá de tratamiento manipulador de los muertos. La mayoría de los medios de comunicación han preferido decir cosas, agradables o no, que son verdad o se acercan a ella. Aquella doctrina, emanada desde las proximidades al PP cuando falleció la exalcaldesa, pedía/exigía únicamente alabanzas a los fallecidos, y que se maquillasen --léase censurasen-- sus biografías para que viajasen hacia su destino final (lo que el catecismo llama cielo, purgatorio y también infierno) entre aplausos unánimes.

Tuvimos que soportar bastantes sermones con esa teoría, pero eran muy interesados. Se debían a conveniencias partidistas circunstanciales en relación a la senadora o a esos súbitos ataques de mala conciencia que sufrieron muchos de sus correligionarios ya arrepentidos de haberse situado por unas cuantas semanas en la radicalidad democrática contra la corrupción. Les dolía que Rita hubiese confesado a su entorno que lo peor de su vía crucis no eran las críticas de sus adversarios políticos (eso lo vivió tranquilamente toda la vida) sino el apestamiento de los suyos tras firmar con Ciudadanos un pacto para apartar de la política a los encausados y grandes sospechosos como ella.

Volviendo a Fidel, el diario 'Abc', por ejemplo, que se ciñó a ser únicamente elogioso con Barberá, no consideró que faltaba al respeto a un fallecido cuando despidió desde su portada al líder cubano llamándole «tirano». Quizá eran dos barras de medir en lo del amor cristiano a los desaparecidos, pero también fue un ejercicio de coherencia y libertad de expresión que aplaudo. Además estoy seguro de que a Castro, que no era nada tonto, le habría decepcionado una portada distinta en ese segmento ideológico, igual que le habría desconcertado una supuesta --pues no se produjo-- inmensa tristeza colectiva por su muerte en el exilio que él consideraba 'gusano'.

RESPETO Y VERDAD

Los muertos merecen respeto, pero eso no debe estar reñido con la verdad. Es digno y necesario subrayar que el líder cubano fallecido no respetó las libertades esenciales aunque hubiese ayudado a su pueblo en cuestiones tan esenciales como la sanidad, la enseñanza o el orgullo nacional. En todo caso, ya veremos si la historia le absolverá.

Pero también es éticamente imprescindible no ocultar que la alcaldesa controlaba con minuciosidad todo lo que hacía la formación protagonista de la corrupción institucional generalizada sufrida por la Comunidad Valenciana. O recordar que, sentándose contundentemente en el 2006 sobre el accidente del metro de València, asfixió el tema y contribuyó a que no se aclarasen todas las responsabilidades sobre las muertes de 43 de aquellos conciudadanos a los que ella llamaba tiernamente «queridos».