Al contrataque

Las viejas glorias

La muerte de Rita Barberá ha desatado otra guerra, que hasta ahora estaba latente, en el PP valenciano

Mariano Rajoy conversa con Rita Barberá en un mitin en València en la campaña de las municipales del 2015.

Mariano Rajoy conversa con Rita Barberá en un mitin en València en la campaña de las municipales del 2015. / periodico

CRISTINA PARDO

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La muerte de Rita Barberá ha provocado terremotos varios, a cada cual más delirante. Por un lado, el que desató el portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, al tildar de «hienas» a los periodistas que criticaron a la exalcaldesa de València, casi que causándole el infarto. Está el partido con mucho sentimiento de culpa y pretende repartirlo entre todo el que se ponga por delante.

Es cierto que Barberá estaba imputada, que no condenada, pero fue el PP el que la echó. Fueron los vicesecretarios de su partido los que consideraban que no era ya una política ejemplar; creo que con razón. Fueron los líderes máximos los que entregaron su cabeza, porque necesitaban pactar con Ciudadanos y sacar buenos resultados en Galicia y País Vasco. Y fue Rajoy el que no la llamó para explicarle que la expulsaban del partido que ella casi fundó. Así que, por lo escuchado estos días, parece que el entorno de Barberá, denunciando el abandono de la dirección nacional, ha ampliado el grupo de hienas hasta las inmediaciones del propio Hernando.

Pero la muerte de Rita ha desatado otra guerra, que hasta ahora estaba latente, en el PP valenciano. La vieja guardia ha aprovechado la situación para intentar reivindicarse frente a Génova e impedir la renovación. En el tanatorio arremetían contra la actual líder, Isabel Bonig: «No se atreve a venir. Se ha cargado a demasiada gente». Y allí aparecía Francisco Camps saludado por todos, con grupos de pelotas salidos de la nada, como en los viejos tiempos. Él se siente muy identificado con Barberá. También fue abandonado de manera radical por el PP nacional, a raíz de su imputación en el caso de los trajes.

AMORTIZADO

De un día para otro pasó de ser Dios a ser un apestado. Y, como Rita Barberá, se desesperó casi hasta el delirio. Finalmente, fue absuelto. Sin embargo, Génova no aprovechó esa circunstancia para rehabilitarle políticamente, le daban por amortizado, y él nunca lo entendió. Francisco Camps está ahora mismo imputado por malversación y prevaricación en la organización de la fórmula 1, pero él se sigue sintiendo una víctima de las hienas. En València, sus partidarios aseguran que el poder tradicional y económico está con él. Dicen que se está moviendo para ser el próximo alcalde de la capital valenciana y así recoger el testigo de Rita Barberá. «Todos le debemos favores», explica un destacado miembro del partido.

En la dirección nacional, en Madrid, ven «impensable» la vuelta de Francisco Camps o de cualquiera de sus afines. Quieren limpiar. Pero la vieja guardia valenciana se prepara para dar la batalla: «Génova se va a cagar con el lío que se le viene encima». Y lo que contestan en Madrid es que, por culpa también de València, llevan mucho tiempo cagándose en todo.