La revolución y los herederos de Fidel

Un retorno a la guerra fría impulsado por Trump le proporcionaría legitimidad al Gobierno cubano, que acaba de perder su mayor baza: Fidel Castro

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SUSANNE GRATIUS

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La revolución cubana sin Fidel no es la misma. Desaparece su liderazgo desde la sombra que legitimó a su sucesor Raúl e impidió una división de la cúpula política y cohesionó, para algunos por admiración y respeto, para otros por miedo a represalias, la sociedad cubana. Ahora ya no está y su muerte será el principio del fin del régimen castrista que tiene luces y sombras. En un contexto regional de altísimos niveles de desigualdad social, las prestaciones sociales, un Estado protector, un sistema de educación y salud universales y gratuitas, aunque en pleno deterioro, siguen siendo conquistas importantes. Las sombras son ampliamente conocidas: un Estado autoritario que amenaza y toma represalias contra los que no están de acuerdo con el unipartidismo y la centralización de poder de su heredero Raúl Castro, que lidera las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y todas las demás instituciones cubanas.   

Las Fuerzas Armadas, garante y árbitro

La larga despedida de Fidel Castro durante los últimos diez años garantizó una sucesión gradual, lenta y consensuada desde una pequeña élite política que incluye cada vez más militares. Con o sin Raúl, las Fuerzas Armadas serán el garante y árbitro del proceso político  cubano. Están al frente de las reformas económicas emprendidas por el Presidente Raúl Castro y ocupan posiciones claves en el poderoso Consejo del Estado, el Gobierno y el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC) que, comparado con las FAR, juega un papel secundario en la larga metamorfosis del sistema cubano que sólo ha sobrevivido económicamente por las subvenciones del exterior: primero de la URSS y luego de Venezuela. Estas alianzas estratégicas, junto a la cooperación con Canadá y la Unión Europea, han sustituido la relación con su socio natural Estados Unidos, que sigue bloqueando una apertura en Cuba.  

Nunca se ha aclarado del todo si Fidel fue marxista antes de que Estados Unidos impusiera el embargo que dura hasta hoy y ha sido, sin duda, el mayor impedimento a una apertura económica y política, ya que el régimen siempre ha podido interpretar cualquier gesto de apertura como una inaceptable concesión “al enemigo”. Es por ello que el posfidelismo en Cuba está estrechamente ligado a su relación con Estados Unidos

La relación con Estados Unidos pendiente de Trump

De cara al futuro de Cuba coexisten dos incógnitas: primero, si Donald Trump se dejará secuestrar por los más duros del exilio cubano y fortalecerá nuevamente las sanciones y la presión supuestamente para provocar un cambio de régimen; y en segundo lugar, la cuestión de quién será el sucesor de Raúl Castro, que prometió dejar la presidencia en febrero de 2018. 

En cuanto a Trump, el programa de los Republicanos califica la política de Obama hacia Cuba como un “vergonzoso ajuste a las demandas de los tiranos” y promete volver a restaurar la vieja política: propaganda anticastrista a través de Radio Martí, exigir una democracia liberal y fortalecer la oposición -una agenda contraproducente que no ha funcionado en ningún país con un gobierno autoritario cerrado-. Paradójicamente, el retorno a la Guerra Fría le proporcionaría legitimidad al Gobierno cubano que acaba de perder su mayor baza: Fidel Castro. Además, salvo un cambio radical en su enfoque, Trump garantiza la continuidad del embargo y con ello más tiempo para las autoridades cubanas de realizar cambios imprescindibles para mejorar las condiciones económicas y sociales de la isla. 

Si Trump se decide por la vieja política, la Unión Europea podría volver a ser un actor importante, ya que es el principal socio comercial de Cuba e igual que Canadá y América Latina, aplica una estrategia de compromiso constructivo al aprobar, en principio en diciembre, un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con Cuba. Con ello, la UE  abandonará la infructuosa vía de la doble condicionalidad democrática de la Posición Común que hace veinte años sugirió el Gobierno de José María Aznar.   

La sucesión de Raúl Castro

En cuanto a la segunda incógnita, Raúl Castro aún no ha revelado quién será su sucesor. Salvo acontecimientos imprevistos, el Gobierno tiene poco más de un año para preparar la sucesión del castrismo a la generación posrevolucionaria. Independientemente de si el actual vicepresidente Miguel Díaz-Canel u otro será el próximo presidente cubano, no contará con la misma legitimidad que los hermanos Castro y no tendrá el apoyo incondicional de los militares que auspiciarán la transición cubana. Tampoco será respaldado por el mismo consenso. 

Por otra parte, la desaparición física de Fidel podría desatar una catarsis colectiva en una sociedad muy acostumbrada a las penurias de la vida cotidiana por una revolución que prometió mucho, duró más pero ofrece cada vez menos. Sobre todo, la generación posrevolucionaria sólo conoció el Período Especial en Tiempos de Paz que proclamó Fidel después de la caída de la URSS y que ha condicionado su vida hasta hoy. 

¿Cuánto tiempo aguantará la Revolución sin Fidel? Él mismo hizo un negro augurio en una histórica entrevista con Tomás Borge cuando dijo que “este país, después de la revolución, no hay quien lo gobierne en cien años… “. Con su muerte, la posrevolución acaba de empezar.