Los riesgos de las desapariciones en las redes

Bulos, rumores y bromas macabras añaden más dolor a la angustia de los familiares y amigos

Carteles con la imagen de Martina Alemany Casas que la familia ha distribuido por el centro de Barcelona.

Carteles con la imagen de Martina Alemany Casas que la familia ha distribuido por el centro de Barcelona. / periodico

ROGER PASCUAL / BARCELONA

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Casi todos hemos visto en las últimas horas la cara de Martina Alemany. No solo en los medios de comunicación, sino que el caso de esta niña de 16 años, desaparecida en Barcelona desde el lunes y encontrada un día después, nos habrá llegado por Whatsapp, Facebook o Twitter. Internet lo ha revolucionado todo, incluso la búsqueda de desaparecidos. Si antes los familiares y amigos empapelaban las calles con carteles, ahora también suben su foto a la red con la esperanza de que pueda surgir alguna pista que ayude a acabar con la incertidumbre.

La fuerza de las redes sociales es innegable. Ahora puedes llegar con un solo click a cualquier rincón de España. Pero también entraña riesgos. El caso de Marta del Castillo, en el que corrieron por Twitter y algunos medios de comunicación fotografías poco adecuadas sobre la víctima y su presunto asesino, mostró uno de ellos. Más dolor añadido al que ya llevaba una familia destrozada que, siete años después, sigue sin haber podido enterrar a su hija porque el asesino confeso ha dado hasta siete versiones diferentes sobre el lugar donde ocultó el cadáver. En el caso de Martina no se han mostrado, afortunadamente, fotos inapropiadas de la menor, pero los rumores y bulos han corrido como la pólvora por internet. 

Eso es algo muy habitual, como ha ocurrido con Diana Quer, a la que muchos han asegurado ver en todas partes desde que desapareció hace tres meses. Los avistamientos de desaparecidos, sobre todo en casos muy mediáticos, son recurrentes. Aunque muchas veces son bienintencionados, de personas que se confunden, una figura común en los casos de desapariciones es la del bromista macabro. Bien lo saben los padres que cometieron el error de poner su teléfono personal en los carteles en lugar del de la policía. Los padres de Cristina Bergua y Sara Morales recuerdan con rabia las llamadas de madrugada de chicas que se hacían pasar por sus hijas. La Guardia Civil identificó a una decena de menores que llamaban a casa de Yeremi Vargas haciéndose pasar por él, diciendo que lo tenían retenido y que lo iban a matar o para mofarse directamente de la familia. Algunos incluso colgaron un montaje con su rostro sobre los cadáveres de las niñas de Alcàsser. "La gratuidad del anonimato y la superficialidad lleva a estas bromas macabras. En algunos casos se quiere salir en los medios; en otros, simplemente, el daño por el daño", lamenta la psicóloga Flor Bellver.

Más allá de perseguir a estos desgraciados que disfrutan con el dolor ajeno, es importante ser cuidadosos con lo que compartimos en las redes. Especialmente cuando se trata de menores. Difundir solo los casos e informaciones contrastadas por los cuerpos de seguridad, asociaciones de desaparecidos y medios de comunicación. No alimentar los bulos ni rumores, evitando la intromisión gratuita en la intimidad familiar, sin entrar en especulaciones innecesarias sobre las circunstancias de la desaparición. Y, antes de compartir o escribir algo en tus redes, responder a una pregunta muy simple: ¿lo harías así si, en lugar de un desconocido, se tratara de tu hijo o de tu hermano?