TRIBUNA

Domènech y el mundo de antes de ayer

La retórica espumosa de los 'comuns' no aguanta el contraste con la realidad

Xavier Domènech y Ada Colau

Xavier Domènech y Ada Colau / periodico

MARTA PASCAL

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En marzo de 1980, los convergentes ganaban las primeras elecciones al Parlament de la Generalitat recuperada. Aquella victoria contra pronóstico dejó consternada a la izquierda orgánica catalana, convencidísima de que tenía la victoria en su mano. De hecho, generaciones de socialistas y personas del mundo del PSUC sostenían que aquel era un paréntesis en lo que ellos consideraban "el sentido de la historia". Lo que me ha dejado asombrada es que un hijo, o nieto, de aquella generación aún no haya descubierto que lo que de bueno encarnó CDC durante decenios, y lo que de nuevo quiere aportar el Partit Demòcrata, no es una anomalía, sino un espacio político relevante que ahora afronta el reto de ponerse al día en profundidad.

Hace una semana, Xavier Domènech presentaba en este diario el proyecto de los 'comuns' para la política catalana. Y lo hacía con un artículo que dedicaba el 90% de su sustancia a la crítica al Partit Demòcrata y solo un último párrafo a un llamamiento a construir una nueva "hegemonía política" (hay lenguajes que no cambian) basada en las bondades hasta ahora inconcretas del proyecto de los 'colauistas'.

He aquí un contrapunto a los argumentos de Domènech desde un ángulo muy diferente. Los tiempos cambian, y por ello el sistema de partidos políticos en Catalunya está en pleno proceso de transformación. De hecho, es un ejemplo la propia evolución del espacio de centro soberanista que está convergiendo en torno al Partit Demòcrata. Nosotros no nos afirmaremos, ni nos vamos a construir, en la negación del contrincante político, que es lo que claramente busca el movimiento de los 'comuns' cuando afirma que nació para sacar al Partit Demòcrata de las instituciones.

Hay una política autoproclamada nueva que ha consumido sobredosis de series de televisión de política 'politizada'. Una vez más, volveremos a sorprender a esa izquierda convencida de que solo unos votantes equivocados han podido otorgar durante años tanta confianza a nuestro proyecto y a nuestra manera de entender la política. El nuestro es un proyecto que se ha mirado en el espejo y no se ha engañado a la hora de señalar errores, ni la urgencia de extremar la autoexigencia a la hora de hacer buena política, transparente y que rinde cuentas.

El malestar por la crisis económica -negligente regulación del mercado, una globalización que va por delante de su gobernanza- ha sido un motivo comprensible para la eclosión del populismo. Ahora el populismo ha llegado a las instituciones y es la hora de la política aplicada. Y aquí es donde la retórica espumosa no aguanta el contraste con la realidad. Si el 'colauismo' gobernante en el Ayuntamiento de Barcelona es la carta de presentación del nuevo proyecto de los 'comuns', estamos listos para la democrática confrontación política y electoral.

Sostiene Domènech que "Catalunya necesita una alternativa en términos sociales, económicos, culturales y nacionales". La cultura no depende de las mayorías políticas, nada de intervencionismo. Ni dogmáticos ni demagógicos, estamos a punto para ofrecer un proyecto que descansa sobre la creación de riqueza como mejor garantía para hacer políticas redistributivas y que permita segundas oportunidades. Y en términos nacionales, estoy convencida de que los que se deben aclarar son los 'comuns', a menos que deseen una sustitución resignada del PSC (esta canción ya la habíamos oído). Y mientras unos llaman al cambio "de hegemonías" (Gramsci hoy reencarnado en Domènech), nosotros nos levantamos con una vocación de dar esperanza y sentido a una política que debe ser útil en estos tiempos disruptivos. Para nosotros, el marxismo permanece en el desván de la historia. Es el mundo de antes de ayer.