El mejor patrocinador del mundo es Messi

Es muy importante lo que ponga en el pecho de las camisetas del Barça, pero aún es más importante que en la espalda de una de ellas ponga "Messi"

Messi celebra su gol de falta ante el público en el estadio de San Juan.

Messi celebra su gol de falta ante el público en el estadio de San Juan. / periodico

ELOY CARRASCO / BARCELONA

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El mejor patrocinador del mundo es Leo Messi. Incluso cuando lleva la camiseta de Argentina, sus obras hablan bien del Barça y lo convierten en un embajador que no tiene rival. Lo vemos sufrir más cuando cruza el charco, eso sí. Está más inflamado, sus ojos parecen tensos sin descanso, el nervio se percibe a flor de piel. Será que a este lado del Atlántico ya no necesita demostrar nada porque su majestad es indiscutible.

La otra noche, en la ciudad de San Juan marcó un golazo -una perla más, estamos perdiendo la cuenta-, pero aquí le hemos visto cosas muy superiores. El prodigio es que las siga haciendo, incansable, en constante desafío a lo terrenal. Sabemos por dónde va a ir el truco, pero nos lo va a hacer igual, demonio de tío. Esos tiros son tan perfectos que Messi les hace un favor incluso a los porteros, que no deberían sentirse culpables. Lo que les bate son inapelables fuerzas de la naturaleza que horadan sus porterías a toda velocidad. Llueve, nieva, Messi: maravillas de las que nadie tiene la culpa.

SOBREVIVIR A ESOS JUGADORES

Messi sobrevive en Argentina a una alineación en la que figuran Mercado, Funes Mori, Enzo Pérez, Biglia y algún otro ordinario. Futbolistas que a lo mejor figuran entre los ochocientos mejores del mundo, setecientos a lo sumo, y que inevitablemente desfiguran el paisaje que Messi contempla en su vida cotidiana como azulgrana. Andrés nació en Albacete, amigo Leo. Busquets es de Badia, y Piqué de Barcelona. Mala suerte, no se puede tener todo. Luego va allí y le piden, le exigen, que gane solo. Bueno, pues va y lo hace. De los siete partidos de clasificación para Rusia sin Messi, Argentina solo ha ganado uno; de los cinco en los que ha jugado Messi, ha ganado cuatro.

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Ante Colombia desplegó una actuación memorable. Un misil divino, los pases de los otros dos goles, la tira de gambetas, pases, caños, carácter y eso que gusta tanto en lo que los taurinos llaman los tendidos de sol: 'güevos'. Al fin le rendían reverencias. Ya no es un pecho frío que regala su reino al Camp Nou y lo escatima a su patria.

LA CAVERNA ARGENTINA

Y luego, como si no hubiese hablado lo suficiente en el campo, cogió el micrófono y -con una soltura que ya quisieran muchos de los que lo consideran un balbuceante sin contenido- ejerció la capitanía, un paso por delante de los compañeros, para decretar el silencio. En Argentina también hay caverna, por lo visto, aunque lo malo de tirar una bomba para acallar a los pecadores es que la metralla y sus esquirlas también alcanzan a los justos. La cuestión es la exhibición de liderazgo, dentro y fuera, del jugador más grande de la historia.

Sean bienvenidos los millones japoneses de Rakuten, que entre otras cosas tienen que servir para pagar la imprescindible renovación de Messi. Es muy importante que el club luzca en el pecho de la camiseta el nombre de un pagano que no avergüence a nadie, pero todavía es más importante que en la espalda de una de esas camisetas ponga «Messi». Al precio que sea, durante el mayor tiempo posible.