La vigencia de un clásico

El diálogo según Llull

Con su predisposición a admitir la verdad del contrario, el filósofo antepuso la razón a otros criterios

El diálogo según Llull_MEDIA_2

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JOAN SANTANACH

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En julio de 1263 se produjo en Barcelona, ante el rey Jaume I y toda la corte, una sonada disputa religiosa. La protagonizaron fray Pau Cristià, un converso judío que había ingresado en la orden de los dominicos, y el rabino gerundense Mossé ben Nahman. El objetivo de la disputa, más que encontrar puntos de encuentro entre las dos religiones, era dejar al oponente sin argumentos. La discusión se centró sobre todo en la llegada, o no, del Mesías. Mientras que para los judíos aún no había nacido, para los cristianos Jesús es el Mesías. Ambos esgrimieron textos muy autorizados, del Génesis y, sobre todo, del profeta Isaías, a favor de la posición que defendían. Pero allí donde uno interpretaba que la profecía remachaba sus argumentos, el otro lo desmentía y extraía un sentido mucho más favorable a las creencias propias.

DOS RELATOS DIFERENTES

Hemos conservado dos relatos diferentes de la disputa de Barcelona. El primero es un documento en latín conservado en el Archivo Real de Barcelona. Se afirma en él que el vencedor había sido, sin lugar a dudas, fray Pau Cristià, que con sus razonamientos habría dejado a Ben Nahman sin réplica posible. El segundo, escrito en hebreo, dice exactamente lo contrario: el rabino de Girona no solo habría aplastado dialécticamente a su interlocutor, sino que Jaume I habría alabado su elocuencia e incluso le habría recompensado ¡con una bolsa de monedas de oro!

Con dos testigos tan divergentes, sería una temeridad tomar partido. Porque lo más probable es que la disputa terminara en tablas y sin acuerdo. Más bien, todo lo contrario. Lo único que sabemos es que, poco después, Mossé ben Nahman se exilió a Palestina y ya no regresó.

ENCONTRAR LA VERDAD Y DEMOSTRARLA

Basar las disputas en los textos sagrados, o en las interpretaciones que cada religión hace de ellos, lleva a un callejón sin salida. Ramon Llull, que afirmaba que «disputar per autoritats no ha repòs», lo tenía clarísimo. Por ello propuso prescindir de las autoridades, que es como se referían en la época a los textos sagrados. Asimismo, propuso una autoridad alternativa, aceptable por las diversas partes en disputa: su Art, el sistema que había ideado para llegar a la verdad. Para encontrarla y para demostrarla.

Las argumentaciones del Art de Llull no partían de los textos sagrados, sino de la razón. No eran, pues, exclusivos de una única fe, sino que podían ser asumidos por cualquier ser humano. Porque si hay algo que comparte todo el género humano, ya desde la definición clásica de Aristóteles, es la capacidad racional. Al menos, mientras no se demuestre lo contrario. Llull propone partir de este elemento común para llegar a conclusiones asumibles por todos. Estaba convencido de que esas conclusiones debían ser las que él defendía, y que pasaban por la necesaria verdad del cristianismo. Pero no me interesa tanto la posición concreta de Llull como el método que plantea.

LA ESENCIA DEL DIÁLOGO 

Treinta años más tarde de la disputa de Barcelona, en 1293, Llull viajó por primera vez al norte de África. Él mismo explica que, al llegar a Túnez, se dirigió a los musulmanes con una afirmación cuando menos sorprendente, y más en el siglo XIII. Les dijo que él era cristiano y buen conocedor de los artículos de la fe cristiana, pero que había ido a Túnez a escuchar los fundamentos de la religión de Mahoma, y que si los encontraba más válidos que los propios se haría musulmán.

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Es muy probable que Llull estuviera convencido de que, gracias al Art, no podrían rebatirle los argumentos y que no debería abandonar la fe de sus padres. Pero el planteamiento no deja de ser extraordinario, porque plantea la esencia misma del diálogo. En un diálogo los interlocutores saben de qué posición parten, pero deben asumir la posibilidad de que, según como evolucione la disputa, quizá deberán modificar este punto de partida. Y Llull llega a plantear que, si los argumentos racionales de sus interlocutores invalidan los que él defiende, abrazará la posición diametralmente opuesta a la suya. La actualidad del pensamiento de Llull se ha demostrado recientemente en el Palau Macaya de la Obra Social La Caixa, en los debates Seny i Rauxa en Ramon Llull, coorganizados con la Fundació Carulla.

Con la razón no es suficiente. Hay muchos otros aspectos a tener en cuenta. Pero cualquier diálogo, si se quiere que haya diálogo, no puede prescindir de la razón ni tampoco aferrarse a posiciones adoptadas que hipotequen cualquier acuerdo. Porque entonces ya no deberíamos hablar de diálogo, sino de monólogo. Ya dicen que no hay peor sordo que el que no quiere oír.