Análisis

Tempestad en el Atlántico Norte

Crear un mecanismo de defensa europeo ha pasado de ser una buena idea a una cuestión vital.

Netanyahu y Trump, en Nueva York, en septiembre.

Netanyahu y Trump, en Nueva York, en septiembre. / periodico

CARLOS CARNICERO URABAYEN

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Apuntemos la fecha: 20 de enero de 2017. Ese día, Donald Trump tomará posesión como 45º presidente de Estados Unidos. A este lado del Atlántico no hay tiempo que perder. Antes que pedir una reunión lo antes posible, como han hecho Juncker y Tusk, presidentes de la Comisión y del Consejo Europeo, debemos primero tener un debate honesto entre europeos para prepararnos para el mundo de Trump. 

El domingo cenarán en Bruselas los ministros de exteriores de la UE para una primera lluvia de ideas. Antes de probar el pan con mantequilla de Valonia, deberán hacer un ejercicio de dramatización responsable: sí, lo ocurrido es tan grave como parece. Más allá de la capacidad de Trump para llevar a cabo sus promesas domésticas y el terreno oscuro en que se adentra la democracia americana -el test para sus costuras será extraordinario- lo relevante para nosotros es reconocer que nos hemos quedado solos. Con británicos en la puerta de salida y nuestro gran aliado americano desdibujado, replegándose sobre sus fronteras.

UNA FAMILIA SEPARADA POR UN OCÉANO 

Desde 1945, europeos y norteamericanos somos una suerte de familia lejana separada por un océano. Sí, hemos tenido crisis. El océano ha parecido a veces un mundo. Desde la invasión del Canal de Suez en 1956 hasta la guerra de Irak en el 2003, cuya división ilustró Robert Kagan: 'Los americanos son de Marte [dios de la guerra] y los europeos de Venus' [diosa del amor]. Pero más allá de turbulencias, hemos compartido intereses (económicos, diplomáticos, militares…) y valores que han sustentado el llamado orden liberal.

Por lo que conocemos del cambiante Trump, sabemos que no cree en la multilateralidad en la acción exterior. Tampoco en los límites de las leyes para ejercer el poder de EEUU fuera de casa. No cree que debamos ayudar a los refugiados. Las instituciones como la ONU le parecen una broma. No cree en el cambio climático. Y tiene simpatía y admiración por Vladimir Putin. Sí, Trump es para los valores europeos -a excepción de los de nuestro séquito populista, claro- lo mismo que las letras del reggaeton para la Biblia. Pero esto es con lo que tenemos que trabajar.

UNIDAD DE ACCIÓN 

Para ser respetados, los europeos necesitamos unidad de acción. Como sugiere 'Le Monde', respondamos al eslogan 'trumpiano' 'America primero' con un 'Europa primero'. Separados somos diminutos, pero juntos representamos el 22% del PIB mundial, dos puntos menos que EEUU. Somos 500 millones de ciudadanos. Completemos el mercado único. Y tomémonos en serio la unidad fiscal. La multa a Apple genera tensión con Washington, pero también es una señal de que necesitamos reglas claras que nos beneficien y estemos dispuestos a aplicar.

Crear un mecanismo de defensa europeo ha pasado de ser una buena idea a una cuestión vital. La protección de los americanos -en vigor desde 1945 y ahora en cuestión- ha sido el elemento disuasorio que ha evitado que Putin se coma más trozos de Ucrania y quién sabe si los de algún Estado miembro de la UE.