Tú y yo somos tres

Un 'tour' por Guantánamo

FERRAN MONEGAL

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Mientras la excitación electoral norteamericana está en su cota más espectacular, la reportera <b>Alejandra Andrade</b> ha viajado al campo de concentración de <strong>Guantánamo</strong> ('<strong>Fuera de cobertura</strong>', Cuatro). ¡Ah! Buena elección. Guantánamo es también una cara de EEUU -en territorio cubano- que la mayoría de estadounidenses no quiere mirar.

La visita de Alejandra se enmarca en lo que los militares llaman un tour guiado. Una o dos veces al año concentran las peticiones de periodistas de todo el mundo y les citan un día, en grupo, al estilo de los turoperadores clásicos. Entonces les permiten un recorrido turístico. Pero es turismo opaco. Los guías les controlan y les conducen por zonas previamente preparadas. Solo pueden entrevistar a los oficiales designados por el alto mando. Y cuando se les pregunta: ¿por qué los prisioneros están encarcelados indefinidamente y sin cargos?, ¿por qué a las torturas las llaman técnicas de interrogatorio mejoradas?, ¿por qué no hay juicios, ni abogados? La respuesta es siempre la misma: no somos políticos; obedecemos; hacemos nuestro trabajo.

Al respecto fue luminosa la contrarrespuesta que dio un exprisionero de Guantánamo, Mozzam Begg, cuando Alejandra le entrevistó en Birmingham. Dijo: «Los guardias de los campos de concentración nazis, durante los juicios de Núremberg, también dijeron que solo hacían su trabajo». Coincidencia meditable. Tengo anotados en mi archivo muchos tours televisivos por Guantánamo. En febrero del 2006, Albert Elfa hizo uno para los Telenotícies (TV-3). No pudo enseñar nada. Aquí se lo conté. Albert nos decía: «Todas las imágenes han sido objeto de la censura militar». Podría parecer, pues, un reportaje fallido. Todo lo contrario. Fue enormemente válido. Fue un claro testimonio de lo que tenía prohibido enseñar.

De todas las incursiones televisivas en Guantánamo la más impactante fue la de Jon Sistiaga, en Cuatro, en abril del 2006. En vista de que no le dejaban enseñar nada, marchó a Londres. Y allí nos mostró un experimento del Channel 4. Reprodujeron en un plató las mismas condiciones de Guantánamo. Eligieron por casting a siete voluntarios. Y les sometieron a las mismas penalidades que a los encarcelados. ¡Ah! Aquello sí que fue una ratomaquia útil.

En estas elecciones, tan espectaculares, me temo que la vergüenza de Guantánamo no es un tema que influya en el voto de casi nadie.